Hace 165 años, cuando las trabajadoras de las fábricas textiles de Nueva York, el 8 de marzo de 1857, se pusieron en huelga y se manifestaron por “un trabajo de diez horas, salas de trabajo luminosas e higiénicas, salarios iguales a los de los trabajadores textiles y sastres masculinos”, seguramente no imaginaron que en 2022 se seguirían exigiendo todas estas reivindicaciones.
Hace 165 años, seguro que no se imaginaban que en 2022, con tantos avances en la ciencia y la tecnología, en las condiciones de la llamada 4ª Revolución Industrial, el trabajo de las mujeres se reduciría a un trabajo flexible como si fuera caucho, con horarios divididos e irregulares, subempleo, e incluso trabajarían durante sus bajas por maternidad, gracias al teletrabajo y al desarrollo de las tecnologías de la información.
Hace 165 años, las trabajadoras en huelga no podían imaginar que las niñas y los niños menores de edad seguirían siendo víctimas de acoso sexual, y que los cuadros responsables y los políticos se estremecían de horror ante las revelaciones del movimiento “me too”, mientras que a menudo se veían ellos mismos implicados en tales escándalos.
Hace 165 años, estas trabajadoras que lucharon duramente contra las fuerzas policiales por una vida mejor para ellas y sus hijos, no podían imaginar que en 2022 una pandemia desenmascararía en todo el mundo este sistema socioeconómico llamado capitalismo, ya que la mercantilización de la sanidad dejó a todos los sistemas de salud pública sin suministros, sin personal, sin UCI, sin equipos, lo que provocó que millones de personas en todo el mundo murieran por una enfermedad que, en base a los avances de la medicina, podría haber sido tratada.
Y ciertamente, hace 165 años, nadie habría imaginado que en 2022 la gente empezaría a temer la luz en lugar de la oscuridad, ya que el coste de la electricidad se determina ahora en la bolsa y ninguna casa popular puede permitirse el enorme aumento de su precio.
También hace 165 años, las tejedoras neoyorquinas no podían imaginar que en el siglo XXI, tras dos sangrientas guerras mundiales que precedieron y costaron la vida a millones de personas y destruyeron medio planeta, los imperialistas de la tierra volverían a trazar las fronteras de los países para controlar sus recursos, asolando a los pueblos de cada lugar que invaden, dejando tras de sí muertos, heridos, refugiados y una miseria indecible.
Puede que las trabajadoras de 1857 no se imaginaran todo esto, pero cuando se pusieron en huelga sabían que se enfrentaban a una patronal cruel, apoyada por el sistema político, cuyo objetivo era explotar al máximo su fuerza de trabajo. Quizás estas trabajadoras no tenían muy claro cuál era la causa de su desigualdad, pero tuvieron la valentía de levantarse y exigir lo evidente.
Es esta valentía la que honramos hoy, ese valor que tuvieron estas mujeres al no permitir que su esclavitud social se convirtiera en un hábito.
165 años después, recordamos y honramos su lucha y su sacrificio y continuamos donde ellas lo dejaron. La Federación Sindical Mundial y el movimiento clasista mundial saben bien cuál es la raíz de la desigualdad de las mujeres, de la doble opresión que sufren tanto por su género como por su clase, de los valores podridos que afectan a las actitudes y a la conciencia de mujeres y hombres. Es el capitalismo, un sistema socioeconómico basado en la explotación de la fuerza de trabajo para el beneficio de los monopolios y los capitalistas, no para el bienestar de la mayoría.
165 años después, tenemos experiencia y conocimiento. Estamos hartos de promesas, de teorías y de retórica, de que los políticos y los sindicalistas nos presenten una realidad inversa, para convencernos de que no hay alternativa, de que este sistema sólo existe y hay que mejorarlo pero no podemos cambiarlo. Estamos cansados de oír hablar de la responsabilidad individual, de la desigualdad de las personas como algo natural, de que es normal que haya ricos y pobres, de que los pobres deben depender de la caridad de los ricos. En definitiva, como decía Eduardo Galeano, tratan de convencernos de que vivimos en un mundo “al revés”, con los pies arriba y la cabeza abajo.
¡165 años después, decimos basta! El 8 de marzo es un aniversario más en la antología del movimiento obrero mundial que nos recuerda que hay otra forma de vivir.
Sabemos que después de la Revolución de Octubre, cuando se estaba construyendo la nueva sociedad socialista, la emancipación de la mujer y su participación en igualdad de condiciones en la actividad social, productiva y cultural figuraban entre las tareas básicas del Estado soviético. Durante un corto pero decisivo período de la historia de la humanidad hemos vivido y disfrutado de lo que significa transferir las funciones del hogar doméstico individual a la sociedad, hemos vivido y disfrutado de la protección de la maternidad, del auge de la formación profesional y social de la mujer.
Pero como Federación Sindical Mundial y movimiento sindical de clase mundial, nunca hemos enfrentado a los hombres contra las mujeres, ni nos hemos dejado engañar pensando que nuestra diferenciación biológica es la culpable de la desigualdad y la opresión de las mujeres. Mao Tse-tung dijo que “las mujeres tienen la mitad del cielo sobre sus hombros y deben conquistarlo”. Pero la otra mitad está en manos de los hombres, y nosotros, el movimiento de clase mundial, queremos que todo el cielo sea nuestro, sin explotación, sin discriminación, sin pobreza ni sufrimiento. Queremos que todas las personas vivan con dignidad, que desarrollen el 100% de su potencial y sus capacidades, que vivan libremente, sea cual sea su sexo, su color o su religión.
El mayor honor para las trabajadoras que se levantaron el 8 de marzo de 1857 es continuar su lucha por la igualdad de trato de las mujeres en una sociedad que sea igual para todos. Y a eso nos comprometemos. Nuestro próximo 18º Congreso, el Congreso de la Federación Sindical Mundial, que es un punto álgido del movimiento obrero mundial, nos encontrará aún más preparados, más decididos y más exigentes, no sólo para la emancipación de las mujeres sino de toda la clase obrera, en todo el planeta. Con posiciones claras, con una visión brillante, con un espíritu de lucha como el de aquellas trabajadoras, que no se doblegaron ante la violencia policial ni el clamor del orden establecido.
¡Honor y gloria a las trabajadoras neoyorquinas en huelga de 1857!
¡La lucha continúa hasta la victoria final!
Hace 165 años, las trabajadoras en huelga no podían imaginar que las niñas y los niños menores de edad seguirían siendo víctimas de acoso sexual, y que los cuadros responsables y los políticos se estremecían de horror ante las revelaciones del movimiento “me too”, mientras que a menudo se veían ellos mismos implicados en tales escándalos.
Hace 165 años, estas trabajadoras que lucharon duramente contra las fuerzas policiales por una vida mejor para ellas y sus hijos, no podían imaginar que en 2022 una pandemia desenmascararía en todo el mundo este sistema socioeconómico llamado capitalismo, ya que la mercantilización de la sanidad dejó a todos los sistemas de salud pública sin suministros, sin personal, sin UCI, sin equipos, lo que provocó que millones de personas en todo el mundo murieran por una enfermedad que, en base a los avances de la medicina, podría haber sido tratada.
Y ciertamente, hace 165 años, nadie habría imaginado que en 2022 la gente empezaría a temer la luz en lugar de la oscuridad, ya que el coste de la electricidad se determina ahora en la bolsa y ninguna casa popular puede permitirse el enorme aumento de su precio.
También hace 165 años, las tejedoras neoyorquinas no podían imaginar que en el siglo XXI, tras dos sangrientas guerras mundiales que precedieron y costaron la vida a millones de personas y destruyeron medio planeta, los imperialistas de la tierra volverían a trazar las fronteras de los países para controlar sus recursos, asolando a los pueblos de cada lugar que invaden, dejando tras de sí muertos, heridos, refugiados y una miseria indecible.
Puede que las trabajadoras de 1857 no se imaginaran todo esto, pero cuando se pusieron en huelga sabían que se enfrentaban a una patronal cruel, apoyada por el sistema político, cuyo objetivo era explotar al máximo su fuerza de trabajo. Quizás estas trabajadoras no tenían muy claro cuál era la causa de su desigualdad, pero tuvieron la valentía de levantarse y exigir lo evidente.
Es esta valentía la que honramos hoy, ese valor que tuvieron estas mujeres al no permitir que su esclavitud social se convirtiera en un hábito.
165 años después, recordamos y honramos su lucha y su sacrificio y continuamos donde ellas lo dejaron. La Federación Sindical Mundial y el movimiento clasista mundial saben bien cuál es la raíz de la desigualdad de las mujeres, de la doble opresión que sufren tanto por su género como por su clase, de los valores podridos que afectan a las actitudes y a la conciencia de mujeres y hombres. Es el capitalismo, un sistema socioeconómico basado en la explotación de la fuerza de trabajo para el beneficio de los monopolios y los capitalistas, no para el bienestar de la mayoría.
165 años después, tenemos experiencia y conocimiento. Estamos hartos de promesas, de teorías y de retórica, de que los políticos y los sindicalistas nos presenten una realidad inversa, para convencernos de que no hay alternativa, de que este sistema sólo existe y hay que mejorarlo pero no podemos cambiarlo. Estamos cansados de oír hablar de la responsabilidad individual, de la desigualdad de las personas como algo natural, de que es normal que haya ricos y pobres, de que los pobres deben depender de la caridad de los ricos. En definitiva, como decía Eduardo Galeano, tratan de convencernos de que vivimos en un mundo “al revés”, con los pies arriba y la cabeza abajo.
¡165 años después, decimos basta! El 8 de marzo es un aniversario más en la antología del movimiento obrero mundial que nos recuerda que hay otra forma de vivir.
Sabemos que después de la Revolución de Octubre, cuando se estaba construyendo la nueva sociedad socialista, la emancipación de la mujer y su participación en igualdad de condiciones en la actividad social, productiva y cultural figuraban entre las tareas básicas del Estado soviético. Durante un corto pero decisivo período de la historia de la humanidad hemos vivido y disfrutado de lo que significa transferir las funciones del hogar doméstico individual a la sociedad, hemos vivido y disfrutado de la protección de la maternidad, del auge de la formación profesional y social de la mujer.
Pero como Federación Sindical Mundial y movimiento sindical de clase mundial, nunca hemos enfrentado a los hombres contra las mujeres, ni nos hemos dejado engañar pensando que nuestra diferenciación biológica es la culpable de la desigualdad y la opresión de las mujeres. Mao Tse-tung dijo que “las mujeres tienen la mitad del cielo sobre sus hombros y deben conquistarlo”. Pero la otra mitad está en manos de los hombres, y nosotros, el movimiento de clase mundial, queremos que todo el cielo sea nuestro, sin explotación, sin discriminación, sin pobreza ni sufrimiento. Queremos que todas las personas vivan con dignidad, que desarrollen el 100% de su potencial y sus capacidades, que vivan libremente, sea cual sea su sexo, su color o su religión.
El mayor honor para las trabajadoras que se levantaron el 8 de marzo de 1857 es continuar su lucha por la igualdad de trato de las mujeres en una sociedad que sea igual para todos. Y a eso nos comprometemos. Nuestro próximo 18º Congreso, el Congreso de la Federación Sindical Mundial, que es un punto álgido del movimiento obrero mundial, nos encontrará aún más preparados, más decididos y más exigentes, no sólo para la emancipación de las mujeres sino de toda la clase obrera, en todo el planeta. Con posiciones claras, con una visión brillante, con un espíritu de lucha como el de aquellas trabajadoras, que no se doblegaron ante la violencia policial ni el clamor del orden establecido.
¡Honor y gloria a las trabajadoras neoyorquinas en huelga de 1857!
¡La lucha continúa hasta la victoria final!
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