Por: Roberto Morejón
El tercer paro general en Uruguay contra los efectos del programa neoliberal aplicado por el presidente Luis Lacalle Pou evidenció masividad, sobre todo en un acto central en Montevideo, y una creciente unidad entre trabajadores de la ciudad y el campo.
Convocado por el Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores conocido por sus siglas PIT-CNT, el cese de labores fue cuidadosamente planificado en las últimas semanas, en contra, esencialmente, de la Ley de Urgente Consideración del gobierno.
La LUC , como se le conoce, tiene la particularidad de salpicar a otras tres decenas de leyes y según muchos críticos, derechiza a la sociedad, pues entre otras cosas reconsidera el derecho de huelga, sindical y las movilizaciones.
Otros desvelos tienen los uruguayos como la pérdida de 50 mil puestos de trabajo en el año y medio de mandato de Lacalle Pou, además de la existencia de una cantidad importante de personas en seguro de paro.
Fuentes sindicales aducen que los salarios cayeron 18 jornales en un año y que el Primer Mandatario recorta el presupuesto del Instituto Nacional de Colonización, un organismo estatal que distribuye tierras a pequeños productores y les ofrece asistencia financiera.
Entre las demandas obreras y de otros sectores escuchadas en la huelga destaca asimismo la denuncia por la entrega a transnacionales de la Administración Nacional de Telecomunicaciones, el puerto y la Administración Nacional de Combustibles y Alcohol.
Junto a ese rosario de reclamos aparecen los llamados a tomar nota de crecientes problemas sociales en Uruguay, sobre todo en barriadas humildes de Montevideo.
Nació así el lema central del más reciente paro laboral: “los más infelices sean los más privilegiados”, porque en Uruguay, presentado como el mítico paraíso, decenas de miles defienden la tierra, la salud, la vivienda digna y la aplicación de programas sociales a fin de acelerar la reactivación del empleo y reducir la pobreza.
Con tildar despectivamente el paro nacional como un movimiento político, como hizo el Presidente de la República , se hace muy poco por auscultar los desasosiegos ciudadanos que la democracia local, tantas veces glorificada, debería llevar a la agenda pública.
Tomado de Portal Radio Habana Cuba
El tercer paro general en Uruguay contra los efectos del programa neoliberal aplicado por el presidente Luis Lacalle Pou evidenció masividad, sobre todo en un acto central en Montevideo, y una creciente unidad entre trabajadores de la ciudad y el campo.
Convocado por el Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores conocido por sus siglas PIT-CNT, el cese de labores fue cuidadosamente planificado en las últimas semanas, en contra, esencialmente, de la Ley de Urgente Consideración del gobierno.
La LUC , como se le conoce, tiene la particularidad de salpicar a otras tres decenas de leyes y según muchos críticos, derechiza a la sociedad, pues entre otras cosas reconsidera el derecho de huelga, sindical y las movilizaciones.
Otros desvelos tienen los uruguayos como la pérdida de 50 mil puestos de trabajo en el año y medio de mandato de Lacalle Pou, además de la existencia de una cantidad importante de personas en seguro de paro.
Fuentes sindicales aducen que los salarios cayeron 18 jornales en un año y que el Primer Mandatario recorta el presupuesto del Instituto Nacional de Colonización, un organismo estatal que distribuye tierras a pequeños productores y les ofrece asistencia financiera.
Entre las demandas obreras y de otros sectores escuchadas en la huelga destaca asimismo la denuncia por la entrega a transnacionales de la Administración Nacional de Telecomunicaciones, el puerto y la Administración Nacional de Combustibles y Alcohol.
Junto a ese rosario de reclamos aparecen los llamados a tomar nota de crecientes problemas sociales en Uruguay, sobre todo en barriadas humildes de Montevideo.
Nació así el lema central del más reciente paro laboral: “los más infelices sean los más privilegiados”, porque en Uruguay, presentado como el mítico paraíso, decenas de miles defienden la tierra, la salud, la vivienda digna y la aplicación de programas sociales a fin de acelerar la reactivación del empleo y reducir la pobreza.
Con tildar despectivamente el paro nacional como un movimiento político, como hizo el Presidente de la República , se hace muy poco por auscultar los desasosiegos ciudadanos que la democracia local, tantas veces glorificada, debería llevar a la agenda pública.
Tomado de Portal Radio Habana Cuba
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