viernes, 17 de diciembre de 2021

Excomandante de las AUC explica cómo funciona lucrativo robo al interior de Ecopetrol


Esta práctica fue usada tanto por grupos guerrilleros como por grupos paramilitares. De esa forma, el robo de combustible se convirtió en la principal fuente de financiación de los paramilitares de la región.



Otra arista del abyecto ingenio de las bandas criminales en Colombia para financiarse ha podido ser relatada por uno de sus protagonistas. Óscar Leonardo Montealegre, alias «Piraña», quien fuera comandante del Bloque Central Bolívar de las AUC, cuenta una de las formas de financiación utilizadas durante su estancia como integrante del grupo paramilitar.

Los daños medioambientales y las consecuencias políticas no eran el motivo principal del robo. La fructífera práctica, tenía altos réditos económicos, por lo que los robos se volvieron frecuentes; no solo para los reconocidos actores ilegales, sino para los mismos funcionarios de Terpel, quienes aprovechaban la imposibilidad de contabilizar las pérdidas del crudo robado. Dice Montealegre que los funcionarios sacaban más provecho que los paramilitares, ya que el ruido de los continuos robos, servían de distractor para generar un desfalco indetectable.

    “Si en Ecopetrol valía $4.000 el galón de gasolina, en el tubo (robado) valía mil”.

Montealegre relata el proceso implementado antes de su desmovilización, en el que los paramilitares robaban oleoductos para abastecer el capital económico del Bloque Central Bolívar, en un amañado contubernio con funcionarios de Ecopetrol, quienes fungían de guías para la formación técnica de los paramilitares, de modo que se especializaron en esa forma de hurto.

El proceso empezó de forma simple y se fue sofisticando. Montealegre asegura que, para llevar a cabo el robo de los oleoductos, laceraban los tubos por donde corría el crudo, para luego sacarlo extraoficialmente. Las empresas afectadas, no podrían cuantificar la falla.

Estratégicamente los hacedores de esa modalidad dañaban los tubos que se encontraban cerca de los ríos para que fuera imposible saber la cantidad robada, ya que el combustible se mezclaba con el agua presente en el caudal de los ríos. Esa práctica, dice Montealegre, fue usada tanto por grupos guerrilleros como por grupos paramilitares. De esa forma, el robo de combustible se convirtió en la principal fuente de financiación de los paramilitares de la región. A la par del crecimiento del negocio, crecía la pericia de los paramilitares para ejecutar el robo. Según la versión del exparamilitar, las entidades afectadas sofisticaron el proceso de producción del crudo, para poder identificar el robado del que provenía de las petroleras, al aplicar un químico que reaccionaba cambiando de color, cuando en la carretera las autoridades hacían el control de la mercancía.

    «La gente de Ecopetrol nos iba diciendo qué debíamos hacer”.

Frente a esta dificultad, los paramilitares encontraron en los empresarios de Ecopetrol, los escuderos para sofisticar el negocio. Los empresarios aconsejaron a los paramilitares, permitiéndoles recrear las características del nuevo crudo, salteando los controles y ejecutando robos más precisos, con la ayuda de esferas de polietileno que retenían crudo, permitiendo reducir los desperdicios y aumentando la cantidad de combustible retenido. La colaboración llegó a tal punto, que inclusive el químico empleado para la tintura del combustible fue conocido por los combatientes. Según Montealegre, quienes ayudaron a seguir con el robo, ya fueron denunciados en la Fiscalía.

La cadena de distribución del crudo hacía que diversos grupos económicos se involucraran en el proceso. Empresarios que trabajaban el crudo, transportistas y las estaciones de servicio obtenían ganancias considerables. El robo de oleoductos se convirtió en un negocio tan fértil que pudo soslayar, o por lo menos dejar en un segundo plano, el negocio de las plantaciones de coca. En ese entramado de corrupción, las estaciones de servicio se vieron ampliamente favorecidas, ya que compraban el combustible a un precio irrisorio, en comparación con el valor ofrecido por otras estaciones que compraban el combustible de forma legal.

“Esos son los invisibles de la guerra”, concluye Montealegre. Las acciones ilegales ejecutadas, involucran a terceros a priori sin ninguna relación con el conflicto, pero que, dada la coyuntura y el alcance de los grupos armados, los fueron involucrando como víctimas y como victimarios.

Fuente: Con la Oreja Roja

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