Por: Gema Delgado
Podemos afirmar que el balance de la implementación del Acuerdo de Paz por parte del Gobierno de Duque es negativo, lo que, junto con la negativa a abrir puertas de diálogo con el ELN y el fortalecimiento de los grupos paramilitares, nos muestra un nuevo momento de violencia y la inexistencia de una política de paz por parte del gobierno, por eso se falla en el desarrollo de lo acordado.
“Somos periodismo alternativo y revolucionario”. Así se define VOZ , el semanario del Partido Comunista de Colombia que sale a los quioscos los miércoles. Claudia Flórez Sepúlveda es su directora desde 2018, tomando el relevo del reconocido Carlos Lozano Guillén y convirtiéndose en la primera mujer que dirige el periódico. Nacida en Cúcuta y bióloga de formación, con maestría en estudios rurales, fue dirigente del movimiento estudiantil universitario y Secretaria General de la Juventud Comunista. Investigadora social, llegó a Voz con la convicción de que no hay medio crítico y alternativo si no hay vínculo con el mundo social. “En la medida que tú estudias la realidad social y te vinculas a las luchas del pueblo colombiano, que las palpas y que reconoces esas dificultades, como son los territorios rurales, entiendes la necesidad de que exista un instrumento, un medio como VOZ, que no sólo informe, sino que visibilice y oriente en términos de la búsqueda de lo que necesitamos en cambios en el país”.
Claudia aprovechó un viaje realizado a España el pasado mes de noviembre para intercambiar experiencias y realidades con la dirección de Mundo Obrero. Ese encuentro nos abrió la oportunidad para analizar con ella lo que está pasando en Colombia y cómo se presenta Pacto Histórico, la confluencia de fuerzas en la que participa el Partido Comunista, de cara a las elecciones de marzo; en definitiva, qué representa la candidatura de Gustavo Petro para Colombia.
GEMA DELGADO: Colombia es uno de los países más peligrosos para ser dos cosas: comunista y periodista. ¿Qué significa estar al frente del Semanario VOZ, y cómo se trabaja en estas condiciones?
CLAUDIA FLÓREZ: El Semanario VOZ es el decano del periodismo en la izquierda colombiana, fundado el 20 de julio de 1957 por el Partido Comunista Colombiano. Han transcurrido 64 años en los que el semanario ha registrado la historia política del país, los atropellos e injusticias que ha padecido el pueblo y ha sido la voz de todas las personas que han luchado por la paz y el cambio político.
Los contenidos del trabajo periodístico del Semanario VOZ representan un punto de vista diferente a la prensa oficial del país, lo que ha ocasionado que en varios momentos de su existencia hayan existido saboteos, atentados con bombas, destrucción de sus máquinas de impresión, amenazas al equipo, procesos judiciales, censuras, suspensión de las licencias, entre otras cosas, con el objetivo de acallar y debilitar la capacidad política del Partido y de la izquierda.
El trabajo del periodismo revolucionario y de la prensa de izquierda en un país como Colombia no es nada fácil, pero es necesario entender la importancia que habita en tener un instrumento como palanca creadora de consciencia, de organización, de denuncia y de conducción política.
G.D: En marzo habrá elecciones legislativas y en mayo presidenciales. La izquierda, incluido el Partido Comunista Colombiano, se agrupa en el Pacto Histórico ¿qué representa el Pacto Histórico y qué posibilidades tiene Gustavo Petro de cambiar el rumbo del país?
C.F: El excluyente régimen político colombiano ha desconocido los contenidos de las luchas populares, ha utilizado la violencia como su herramienta principal para enriquecerse, expropiar las tierras y sus riquezas a las comunidades rurales, lo cual le ha permitido mantenerse en el poder y garantizar la impunidad.
Cuatro décadas de neoliberalismo han profundizado la violencia, la corrupción y la pobreza en el país. En el actual momento existen amplios sectores de la sociedad colombiana que se han expresado en las calles, con movilizaciones masivas que han venido en aumento desde 2019. Y en medio de la creciente movilización ha surgido un nuevo proyecto con vocación de poder que busca la amplia confluencia de fuerzas populares y democráticas que trabajan para lograr cambios reales en Colombia.
Es importante reconocer que el Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y el Estado colombiano abrió un escenario diferente de la práctica política, permitió visibilizar otros aspectos de las luchas sociales y valorar la importancia de la construcción de una Colombia en paz para todos y todas.
El Pacto Histórico aparece como la confluencia de fuerzas que recogen las reivindicaciones y anhelos del pueblo sometido a los rigores de la crisis y a la desigualdad imperante, todo ello en un momento en que el proceso de paz ha demostrado que la guerra no era el origen de todos nuestros problemas, como el discurso de las fuerzas guerreristas lo venía afirmando desde hace 20 años.
El Pacto Histórico ha despertado entre la gente el imaginario de una Colombia diferente, un país que permita democracia, paz y justicia social, y Gustavo Petro es un líder que ha logrado canalizar los principales contenidos de la izquierda y de los sectores democráticos que potencien la conquista de la presidencia. Lo que está en juego es que las exigencias históricas que ha tenido la mayoría de los sectores populares sean por fin escuchadas y resueltas.
G.D: Se han cumplido cinco años de la firma del Acuerdo de Paz, pero desde la reincorporación de las FARC se ha asesinado a más de 1.200 líderes sociales. ¿Qué se ha cumplido de estos acuerdos y qué está fallando?
C.F: Podemos afirmar que el balance de la implementación del Acuerdo de Paz por parte del Gobierno de Duque es negativo, lo que, junto con la negativa a abrir puertas de diálogo con el ELN y el fortalecimiento de los grupos paramilitares, nos muestra un nuevo momento de violencia y la inexistencia de una política de paz por parte del gobierno, por eso se falla en el desarrollo de lo acordado.
Este quinto aniversario del Acuerdo de Paz nos refuerza la vía de la salida política y negociada al conflicto armado en Colombia como una apuesta desde el presente para el futuro de la nación.
El propósito de hacer trizas el acuerdo de Paz, lo han enfocado en torpedear, distorsionar el acuerdo y potenciar un nuevo momento de violencia. Lo más grave de esta situación son las amargas y dolorosas cifras de asesinatos de excombatientes que superan la cifra de 300 desde la firma, lo que constituye un evidente genocidio político en contra de una fuerza que le sigue apostando a la paz.
G.D.: El Paro Nacional ha pasado por diferentes fases, ¿cómo ha ido evolucionando y en qué situación se encuentra?
C.F: En este momento la movilización que estremeció al país el año pasado se encuentra cosechando sus frutos. Es decir, existe la probabilidad que la indignación que se vivió en las calles se traslade a un ejercicio de ciudadanía en las urnas. Como evidencia de ello, están las masivas inscripciones de cédulas para ejercer el voto en las elecciones que vendrán en marzo de 2022. Sin embargo, es importante destacar que las razones para que el estallido social explotara, no se han solucionado. En primera medida, lo que vivimos en Colombia fue la acción política de una juventud que se movilizó exigiendo oportunidades y derechos que el neoliberalismo suprimió como el trabajo, la educación, la salud y el buen vivir. Y en segunda instancia, se debe decir que la pandemia agudizó la crisis económica del país, lo cual ocasionó el aumento acelerado de la pobreza y el hambre.
G.D.: El Paro Nacional ha funcionado de distinta forma según las regiones y los sujetos políticos. ¿Podrías explicarnos cuáles son los puntos que comparten y los que les diferencian?
C.F: El sociólogo Orlando Fals Borda decía que Colombia, por ser país de regiones, está determinado por diferentes identidades socioculturales, en el cual, si bien somos un país centralista, cada región tiene sus particularidades. En consecuencia, los repertorios de movilización están sujetos a esas dinámicas propias de los territorios. Con esa claridad, se destaca que existió un común denominador en la indignación que estalló en el Paro Nacional y fue una situación social dramática, en un país que tiene gente muriéndose de hambre, a quienes matan por pensar diferente, donde no hay seguridad ni sistemas de salud dignos y donde las juventudes no tienen futuro, ni laboral ni educativo.
Como en todo estallido social, hay lugares donde las protestas adquieren un carácter emblemático. En Cali, por ejemplo, más de 900 mil personas viven en pobreza monetaria. Al ser una de las ciudades más golpeadas por la crisis económica y la pandemia, era inevitable que se convirtiera en el escenario de la protesta social, la capital de la resistencia. También fue uno de los territorios donde quedó en evidencia la violencia estatal y la brutalidad policial.
Hay que decir que el Estado no se calló frente a esto y lo que hizo fue salir a desmentir lo que estaba sucediendo mientras con el Escuadrón Móvil Anti-Disturbios, ESMAD, asesinaba jóvenes que salían a ejercer su derecho a la protesta, que entre otros es un derecho que está constitucionalmente aceptado, fueron asesinados solamente por exigir el cumplimiento digno de sus derechos.
G.D.: El reto histórico es hacer que el Paro pase de ser rebelión a ser poder. Se presentaron 10 proyectos de ley entre ellos la reforma de la policía, la Ley de Renta Básica, la ley de la Matrícula Cero, el Estatuto de Garantías del Derecho a la Protesta…. ¿Está más cerca de la realidad o de la utopía?
C.F: Se está olvidando de una reforma, quizás la más importante: la reforma tributaria que ocasionó el estallido social. Colombia tiene serios problemas económicos. Su entrada a la OCDE y las exigencias económicas de reajuste a las finanzas públicas, que exigía la organización como una estrategia para profundizar el neoliberalismo, llevaron al establecimiento a cometer el error de impulsar una reforma que aumentaba la carga tributaria de la clase trabajadora al gravar la comida y el ingreso, en medio de una crisis económica agudizada por la pandemia. Les salió el tiro por la culata y tuvieron que recoger la propuesta sin resolver el problema económico estructural. Por lo tanto, somos conscientes de que un eventual gobierno del Pacto Histórico tendrá que solucionar esta problemática. Queremos renta básica, educación pública de calidad, implementación de los puntos transformadores del Acuerdo de Paz y un largo etcétera de reformas, pero sin dinero la utopía se vuelve imposible.
Por ello, como Partido Comunista, no dudamos en proponer una reforma tributaria progresiva donde el gran capital y las élites empresariales tributen al Estado lo que corresponde a sus grandes fortunas. La crisis no la puede pagar la clase trabajadora. Por supuesto, será un pulso con las fuerzas reaccionarias, que se sentirán huérfanas del poder. Somos conscientes de este y muchos más retos.
G.D.: La oligarquía financiera y terrateniente ha ejercido una represión brutal contra la población que se manifestaba en las calles, dejando un río de muertos y desaparecidos. ¿Cuál es el balance de esas violaciones de los derechos humanos y el grado de impunidad con el que lo han ejercido?
C.F: Esta situación no es nueva. En diferentes momentos de la historia, Colombia ha vivido muchos escenarios permanentes de represión por parte de una élite reaccionaria contra el pueblo. Como Partido Comunista tenemos la autoridad para afirmarlo. Es importante recordar que en la década de los ochenta y noventa, ante la iniciativa y movilización de las fuerzas revolucionarias por lograr la apertura democrática, el establecimiento respondió asesinando a toda una generación que se la jugó por el cambio político y las reformas sociales. El genocidio contra la Unión Patriótica y el Partido Comunista Colombiano es el mejor ejemplo de cómo la oligarquía colombiana, al ver un intento de transformación social, respondió con un proyecto de violencia, comprometiendo a todas las estructuras del Estado en la conformación y promoción del paramilitarismo, capítulo nefasto en la historia de la violencia en nuestro país.
G.D: La juventud ha jugado un papel protagonista, ¿en qué condiciones viven los jóvenes y qué perspectivas de futuro tienen en Colombia?
C.F: La juventud que se manifestó en las calles de Colombia puede que sea la última generación que deja el neoliberalismo. Llevamos 30 años de la implementación de ese modelo económico donde los derechos sociales fueron suprimidos de la agenda política. Las nuevas generaciones se enfrentan a un país hostil que no les ofrece garantías de nada. Los analistas les han llamado “ni ni”: Ni educación, ni trabajo, pero yo prefiero llamarlos la generación sin futuro. Lo anterior deriva en una furia general de estas juventudes que buscan, precisamente a partir de la protesta, sanear la deuda social elevando los niveles de consciencia en un país que les ha cerrado las puertas durante muchos años.
Encuentro de la directora de VOZ y el director de Mundo Obrero |
Publicado en Mundo Obrero
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