Por: Jaime Cedano
En su libro “El coronel no tiene quien le escriba” García Márquez cuenta la historia de un coronel de La guerra de mil días que durante quince años esperó con paciencia e inútil ilusión la llegada de una carta del gobierno que le comunicara que le habían otorgado la pensión que les habían prometido cuando firmaron la paz. Al coronel se le fueron los años en esa larga espera. Esta historia la viven a diario miles y miles de colombianas y colombianos que esperan con desesperanza que Colpensiones le reconozca su pensión. Como si estuvieran esperando una limosna y no la devolución de lo que han ahorrado con el trabajo de largos años. Pero si en Colombia recibir la pensión es para muchas y muchos una larga espera, en el exterior la angustia es mucho más grande.
Las demoras, trabas y obstáculos que coloca Colpensiones para otorgar la pensión a quienes han cotizado toda la vida es inhumano, cruel e injusto. Ha originado hasta un fuerte reclamo de la Corte Suprema de Justicia. Esas trabas y largas esperas son mucho más desesperantes y aberrantes cuando el trámite se hace desde el exterior.
Si el coronel cada viernes iba al puerto del río a ver llegar la lancha que traía el correo, miraba cuando descargaban la tula donde venían las cartas y alguien la recibía y se la echaba al hombro para llevarla a la oficina de correos, y el coronel lo seguía hasta la oficina, y con angustiante desespero sufría cuando el cartero entregaba las cartas a quienes iban a las oficina a esperarlas o las echaba en los buzones, y al él nunca le entregaban nada … es la misma angustia de quienes en España o Reino Unido esperan un correo electrónico de Colpensiones comunicándoles que está lista la resolución de reconocimiento de los tiempos cotizados. Cada media hora se abre la cuenta del correo con la ilusión de que haya llegado el mensaje y con la desesperanza de que el mensaje no llega.
La misma desesperanza del coronel.
Aquí la lectura de dos cortos trozos de El coronel no tiene quien le escriba.
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