miércoles, 1 de diciembre de 2021

Matar a un Ruiseñor



Por: Luz Marina López Espinosa

 Cuando se vive en un mundo en el que haya necesidad de que desde la inhabilidad del destituido de todo poder se deba denunciar que un Estado asesina impunemente a niños cuyo pecado es ser una nacionalidad, cultura o religión distinta a la suya, denuncias frente a las cuales aquél mira indolente hacia otro lado sin hacer reproche alguno, es hora de pensar en los infinitos niveles de maldad y degradación al que llegó ese mundo.



  Y este tal así de cruel no es poco: son los Estados más prósperos material y culturalmente, son las sacrosantas instituciones políticas y jurídicas universales cuyo mandato serían garantizar la paz y la justicia y la vida de los habitantes del planeta, son los poderes económicos que lo tutelan y los conglomerados comunicacionales que moldean la mente de millones para que asuman como verdades sus mentiras. Digámoslo más claro: ese mundo brutal y cómplice de la degradación que el encabezamiento supone, son la ONU, UE. Consejos de Europa, FMI, la Unión Africana, El Vaticano, el Banco Mundial, la Corte Penal Internacional, CNN, Telemundo, la Douche Welle, etc.

  Y si en ese mismo universo alguien abiertamente proclamara que el asesinato de niños judíos está permitido y en consecuencia es legítimo hacerlo, seguramente ese tal mundo que no es poco, otra vez, esas ONU, EE.UU, el Papa en su Vaticano y hasta la Reserva Federal, reaccionarían con la mayor indignación repudiando la barbaridad y tomando draconianas medidas para excluir del conglomerado social a su autor. Y encomiarían su actitud como elemental, causa justa en defensa de la humanidad. Sí. De ésta toda. Hasta aquí bien.

  Y sin embargo, si alguien planteara que la matanza de niños y niñas palestinas está permitida y una sociedad y nación estuvieran de acuerdo con ello y los asesinaran de verdad, y esta vez el mundo entero, esas mismas instituciones miraran para otro lado, no dijeran una sola palabra y si lo hicieren fueran de exaltación de los homicidas, ya es la hora de decir que ese mundo quedó mal hecho y que en efecto su pérfida condición tocó fondo.
 
  El título de este escrito Matar a un Ruiseñor, tomado de la celebrada obra de la novelista norteamericana Harper Lee  que le valió el Premio Pulitzer, quiere relievar que su metáfora, referida al asesinato de la inocencia infantil con ocasión de un episodio de  injusticia  racial común en el sur norteamericano el siglo pasado, resulta inepta, exigua,  para  realzar el acto de ferocidad y barbarie que como cosa rutinaria Israel comete con  infantes palestinos: no es apenas que les haga perder  la inocencia con la violencia racial que deben contemplar y padecer: es que los asesina.

  Pues bien, lo que se propone como alucinación de una estrafalaria novela de ficción, es verdad en el aquí y ahora de este globo que hay que decirlo, igual ha alcanzado altas cotas de desarrollo cultural y espiritual. Y no ocurre en la época de Nerón ni del Gengis Khan, ni hace mil años en el seno de alguna tribu primitiva donde matar niños no tenía nada de particular. Ocurre hoy. Eso, el asesinato de niñas y niños palestinos como un  derecho y a veces un deber, lo reivindican sionistas judíos  en Israel y en los Estados Unidos, los primeros, mayormente judíos no semitas -nacionales de otros países recién llegados de Europa y América-, instalados en poblados y casas robadas a semitas palestinos que llevan milenios viviendo allí. Despojo a veces por el práctico recurso de matar a sus habitantes. Y lo hacen justificándose inclusive si les hiciera falta hacerlo, en una doctrina racista que postula la superioridad judía sobre los demás seres de la tierra,  traída en el libro  “The King´s Torah” que predican fervorosamente muchos rabinos.

  Esos mismos judíos sionistas -que cómo se dijo no son pocos- y cuentan con el firme apoyo militar del régimen israelí, profesan con igual ardor las doctrinas de un tal Menachem Mendel Schneerson predicador del supremacismo judío. Éstas sus palabras: “…. El cuerpo de una persona judía es de una calidad totalmente diferente al de los de las demás naciones del mundo (…) Toda la realidad de un no judío es sólo vanidad. Ellos existen sólo para el servicio de los judíos.” ¿Hitler?

  Y para que no quede la menor duda de cómo esa chocante alucinación es real, además de la evidencia abrumadora de los cientos de niñas y  niños palestinos asesinados por el ejército israelí sin que representaran peligro alguno para ellos ni fueran combatientes  – muchos bebés de meses y la mayoría en sus casas, escuelas o parvularios-, citemos a la popular  parlamentaria sionista Ayelet Shaked bien bautizada en Palestina y en los medios de solidaridad “El ángel de la muerte”, quien ha llamado a asesinar a las madres palestinas al tiempo que sus hijos. Pues según ella, “de lo contrario, seguirán criando más pequeñas serpientes” Y declaró que todos los judíos debían tener sus manos manchadas de sangre palestina. Ésto que en cualquier otra circunstancia -es decir, si se refiriera a otra nacionalidad- generaría universal respuesta de repudio, ni en Israel ni en ninguna otro parte lo ha sido. Al contrario, la Shaked es una heroína para muchos. ¿Hitler?

  Muchos soldados del ejército de Israel y los feroces colonos importados que arrojan violentamente a los palestinos de sus casas y campos para levantar sus colonias, lucen camisetas con esta ilustración: una mujer claramente palestina embarazada. Sólo que ella es el centro de la diana. Para quienes no conozcan esta expresión, es el blanco hacia donde debe apuntar el tirador. Esto que en cualquier país del mundo constituiría un horror que obligaría al Estado a pedir perdón y a adoptar severas medidas contra los autores, en Israel no. Son madres palestinas.


  El genocidio del pueblo palestino y el asesinato sistemático de sus niños, constituye sin juicio de valor alguno -si ello fuera posible-, sino como una aséptica evidencia aritmética, limpieza étnica. Israel lo tiene sabido desde siempre: no podrá mantener la ficción de un dominio legítimo bajo un régimen democrático sobre su territorio incluyendo los ocupados, mientras los palestinos sean absoluta mayoría en éstos. Y es que sólo pueden serlo: allí nacieron ellos, sus padres y sus abuelos. Y así, hasta la noche de los tiempos. Entonces, sólo la importación de docenas de miles de nacionales de otros países para implantarlos allí como judíos “semitas”, puede cambiar esa composición demográfica que les es desfavorable y lo seguirá siendo hasta tanto no culminé el exterminio del pueblo original. Crimen de Genocidio llama eso el Derecho Internacional:

“Actos cometidos con la intención de destruir en todo o en aporte a un grupo nacional, étnico, racial o religioso.” (Art. 2º. Convención de las Naciones Unidas para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio.)

  Y llamamos de testigo de lo aquí afirmado, a David Ben Gurión, patriarca sionista, uno de los fundadores del estado hebreo: “Llegamos a un país poblado por árabes, aldeas judías fueron construidas reemplazando aldeas árabes. No hay una comunidad en el país que no haya tenido antes una población árabe.” ¿Y cómo fue posible eso? De una sola forma: mediante masacres colectivas de habitantes de esas aldeas, y desplazando a los sobrevivientes a vivir como parias en otros países. Limpieza étnica, crimen contra la Humanidad se llama éso. ¿Hitler?

  Desde el comienzo de la agudización de la represión israelí en los territoritos ocupados de Gaza y Cisjordania en el año 2000, aproximadamente 1.500 niñas y niños han sido asesinados. Esto, en claro contraste con los 130 israelíes. Y antes del primero de éstos muerto en el año 2000, ya lo habían sido 90 palestinos.

  No debería considerarse una cifra menor. Y doce mil, han sido capturados, maltratados, vejados y recluidos en centros de detención israelíes, por efectivos militares que los tratan como terroristas. “Las piedras son proyectiles tan peligrosos como las balas”

El niño palestino Fares Odah,  asesinado a sangre fría por el ocupante sionista, el 20 de noviembre de 2000. ¡Piedras contra tanques!

es la “doctrina” adoptada por el sionismo para darles el trato que les da: niño que apedrea un tanque, bien puede recibir un disparo en la cabeza. Y si le va bien, apenas ser capturado, apaleado y sometido a juicio en un tribunal militar sin garantía alguna. Más de quinientos niños reciben ese trato cada año, sin que sus padres puedan hacer nada por ellos. Y para que todo sea muy “legal”, Israel aprobó una ley que reduce a doce años la edad para ser sentenciado.

  No hay  discusión sobre el hecho de que hay un régimen de Apartheid sobre los territorios palestinos ocupados, y que la ocupación en sí es del todo ilegítima desde todas las aristas e instituciones del derecho internacional ya  declarado por éstas. Y que ello supone un absoluto desprecio por las vidas palestinas. Y lo más significativo para los efectos de este artículo, ese desprecio en primer lugar sobre la niñez palestina. Fría necesidad estratégica del ocupante para cortar la herencia de lucha y resistencia que ha visto, se transmite de una a otra generación desde la Catástrofe de 1948.

  Y ¿Dónde está el Derecho Internacional? Bien gracias responde el gobierno de Israel. Ni la Declaración de los Derechos Humanos, ni el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ni los Convenios de Ginebra, la Convención de las Naciones Unidas contra el Genocidio, la Convención ídem contra el Crimen de Apartheid, todos flagrantemente violados por Israel, generan reacción alguna de los medios y poderes del mundo. No en defensa de los niños palestinos si no se quisiera, sino de la humanidad. Violaciones que no obstante colocar a Israel en contra de la juridicidad internacional, no amerita se le declare “Estado paria” como con cualquier excusa ocurre con uno que no gire en la órbita de los Estados Unidos y la Unión Europea. Ejemplos : Irán, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua y Venezuela.  ¡Ah! Hasta ahora reparamos:  El calvario de la Justicia sobre la tierra  esa es la Historia, como lo dijo en el siglo pasado el  gran escritor colombiano y del mundo José María Vargas Vila.


3 comentarios:

  1. Llega al alma, nadie como ella para escribir este artíaculo

    ResponderEliminar
  2. En este mundo despiadado e inhumano en que nos hemos consumido; en esta realidad hegemónica mundial marcada por el poder y la violencia como una misma entidad, es imprescindible mantener el valor de la denuncia, la réplica y la manifestación contra la ignominia, como un acto de consciencia colectiva movilizadora que nos recuerde como sociedad la necesidad de la resistencia y la lucha de los pueblos; esa lucha que no es otra, sino una misma lucha. Mi abrazo y reconocimiento a Luz Marina y su siempre motivante aporte.

    ResponderEliminar