Por: Freddy Pérez Cabrera
Si alguna persona conoce bien los impactos del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba es el doctor Armando Caballero López, prestigioso médico intensivista villaclareño que ha debido lidiar durante casi 50 años de labor contra esa política perversa.
VILLA CLARA.–Si alguna persona conoce bien los impactos del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos contra Cuba es el doctor Armando Caballero López, prestigioso médico intensivista villaclareño que ha debido lidiar durante casi 50 años de labor contra esa política perversa.
Caballero, como lo conocen amigos y familiares, se define a sí mismo como un luchador contra las adversidades, atendiendo a la lucha diaria que sostiene contra la muerte, pues –como se conoce– a ese tipo de sala van los pacientes más graves o en estado crítico.
Sin embargo, en esa batalla por la vida, los enemigos han sido muchos y diversos. En primer lugar, los accidentes cerebrovasculares, los tromboembolismos, la insuficiencia renal o respiratoria y la sepsis, entre otras; a las que se suman la carencia de medicamentos y equipos que pudieran facilitar el tratamiento y la recuperación de los enfermos, a los cuales Cuba no puede acceder a causa del bloqueo.
Cuando habla del tema, el miembro de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba y autor del primer libro cubano sobre Terapia Intensiva siente mucho dolor e impotencia. «He visto morir a muchas personas, incluidos niños y jóvenes, por no disponer a tiempo del medicamento indicado que solo tiene Estados Unidos, o por no contar con el equipo necesario al que no hemos podido tener acceso», dice el prestigioso galeno, y asegura de manera enfática: «El bloqueo cuesta vidas».
Recuerda aquella gestión en la que participó, junto al Gobierno cubano, para acceder a ventiladores inteligentes producidos por una firma suiza, proceso abortado por la nación norteña que, al conocer el interés de Cuba, se interpuso en el camino, como tantas veces ha hecho en estos 60 años, expresa Caballero López.
«Ese odio visceral genera mucho daño, y ha impedido el intercambio normal y fluido entre científicos de ambos países en bien de la salud de los dos pueblos», refiere el Jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Arnaldo Milián Castro, de Santa Clara, quien pone de ejemplo el caso del músico Nachito Herrera, salvado de la COVID-19 gracias a la colaboración entre médicos cubanos y estadounidenses.
Este «Caballero de la vida», que ha estado durante toda la pandemia al frente del equipo de expertos que enfrentó y aún combate al coronavirus en Villa Clara, sabe como pocos lo que ha significado el bloqueo para la isla caribeña en este periodo en el que, de manera oportunista, Estados Unidos arreció las medidas contra Cuba.
«Nos han faltado muchos medicamentos e insumos para el diagnóstico de los hongos pulmonares, como las equinocandinas, que son antifúngicos de amplio espectro, muy efectivas en el tratamiento de infecciones invasivas, o el voriconazol, entre otros, además de humificadores y otras tecnologías y equipos que Estados Unidos dispone, pero no nos vende a causa de la irracional política, señala el especialista de I y II grado en Anestesiología y Reanimación, y en Terapia Intensiva y Emergencias.
Ante esas adversidades, los médicos cubanos supimos crecernos y buscar alternativas, expone Caballero, quien no puede dejar de mencionar el caso de Yaquelín Collado, la enfermera de Caibarién que estuvo 59 días hospitalizada, incluyendo los 37 que permaneció en la terapia intensiva en estado crítico o de gravedad.
«Ella se salvó gracias al ingenio de los médicos cubanos», cuenta el intensivista, quien detalla cómo en el momento más crítico de la enfermedad, él decidió, junto al resto del colectivo, realizarle tratamiento trombolítico con estreptoquinasa; fue una de las primeras pacientes con el virus objeto de ese proceder en Cuba, y la devolvieron a la vida.
Esa experiencia, que hubiera sido de utilidad para el mundo en los momentos en que morían millones de personas a causa de la pandemia, fue escrita por el doctor Caballero y otros expertos para una prestigiosa revista estadounidense; pero como eran cubanos, no fue aceptado el artículo. Otra relevante revista europea comprendió la validez de la propuesta y aceptó publicarla.
A ese nivel ridículo y absurdo llega el bloqueo.
Caballero, como lo conocen amigos y familiares, se define a sí mismo como un luchador contra las adversidades, atendiendo a la lucha diaria que sostiene contra la muerte, pues –como se conoce– a ese tipo de sala van los pacientes más graves o en estado crítico.
Sin embargo, en esa batalla por la vida, los enemigos han sido muchos y diversos. En primer lugar, los accidentes cerebrovasculares, los tromboembolismos, la insuficiencia renal o respiratoria y la sepsis, entre otras; a las que se suman la carencia de medicamentos y equipos que pudieran facilitar el tratamiento y la recuperación de los enfermos, a los cuales Cuba no puede acceder a causa del bloqueo.
Cuando habla del tema, el miembro de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba y autor del primer libro cubano sobre Terapia Intensiva siente mucho dolor e impotencia. «He visto morir a muchas personas, incluidos niños y jóvenes, por no disponer a tiempo del medicamento indicado que solo tiene Estados Unidos, o por no contar con el equipo necesario al que no hemos podido tener acceso», dice el prestigioso galeno, y asegura de manera enfática: «El bloqueo cuesta vidas».
Recuerda aquella gestión en la que participó, junto al Gobierno cubano, para acceder a ventiladores inteligentes producidos por una firma suiza, proceso abortado por la nación norteña que, al conocer el interés de Cuba, se interpuso en el camino, como tantas veces ha hecho en estos 60 años, expresa Caballero López.
«Ese odio visceral genera mucho daño, y ha impedido el intercambio normal y fluido entre científicos de ambos países en bien de la salud de los dos pueblos», refiere el Jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Arnaldo Milián Castro, de Santa Clara, quien pone de ejemplo el caso del músico Nachito Herrera, salvado de la COVID-19 gracias a la colaboración entre médicos cubanos y estadounidenses.
Este «Caballero de la vida», que ha estado durante toda la pandemia al frente del equipo de expertos que enfrentó y aún combate al coronavirus en Villa Clara, sabe como pocos lo que ha significado el bloqueo para la isla caribeña en este periodo en el que, de manera oportunista, Estados Unidos arreció las medidas contra Cuba.
«Nos han faltado muchos medicamentos e insumos para el diagnóstico de los hongos pulmonares, como las equinocandinas, que son antifúngicos de amplio espectro, muy efectivas en el tratamiento de infecciones invasivas, o el voriconazol, entre otros, además de humificadores y otras tecnologías y equipos que Estados Unidos dispone, pero no nos vende a causa de la irracional política, señala el especialista de I y II grado en Anestesiología y Reanimación, y en Terapia Intensiva y Emergencias.
Ante esas adversidades, los médicos cubanos supimos crecernos y buscar alternativas, expone Caballero, quien no puede dejar de mencionar el caso de Yaquelín Collado, la enfermera de Caibarién que estuvo 59 días hospitalizada, incluyendo los 37 que permaneció en la terapia intensiva en estado crítico o de gravedad.
«Ella se salvó gracias al ingenio de los médicos cubanos», cuenta el intensivista, quien detalla cómo en el momento más crítico de la enfermedad, él decidió, junto al resto del colectivo, realizarle tratamiento trombolítico con estreptoquinasa; fue una de las primeras pacientes con el virus objeto de ese proceder en Cuba, y la devolvieron a la vida.
Esa experiencia, que hubiera sido de utilidad para el mundo en los momentos en que morían millones de personas a causa de la pandemia, fue escrita por el doctor Caballero y otros expertos para una prestigiosa revista estadounidense; pero como eran cubanos, no fue aceptado el artículo. Otra relevante revista europea comprendió la validez de la propuesta y aceptó publicarla.
A ese nivel ridículo y absurdo llega el bloqueo.
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