jueves, 30 de septiembre de 2021

“La calle está candela, mi compadre”

 

Policía Militar patrulla las calles de la localidad de Kennedy en Bogotá. Foto Policía Militar de Colombia


Por: Óscar Sotelo Ortiz

Las cifras evidencian que la criminalidad en las ciudades está desatada. Las autoridades insisten en implementar medidas coercitivas y punitivas, en lugar de políticas sociales que resuelvan la crisis.



Fin de semana de amor y amistad en Bogotá. Sobre las seis de la mañana del sábado 18 de septiembre, el joven de 22 años Johan Felipe Báez se despide de su familia y sale junto a su novia con rumbo a su vivienda. Tras caminar las calles del barrio Gustavo Restrepo, en la localidad de Rafael Uribe Uribe, un sicario le espera en un andén y le dispara ocasionándole la muerte.

En la misma fecha, pero en la solitaria Zona Industrial ubicada en la localidad de Puente Aranda, el billar ‘La Paisa’ es asaltado. Dos motos y cuatro hombres armados irrumpen en el establecimiento, anuncian su incursión criminal y desatan el pánico colectivo. Ante la resistencia de la gente a ser atracada, los delincuentes descargan el proveedor en una de las armas 9 mm que portan, con el fatal asesinato de uno de sus cómplices. Con la tragedia consumada, emprenden la huida.

Madrugada del domingo 19 de septiembre en el barrio La Gloria, localidad suroriental de San Cristóbal. El joven Alfredo Penagos Ochoa celebra junto a sus amigos el día del amor y la amistad. Como buen hincha del fútbol, lleva puesta la camiseta albirroja de Santa Fe. Sobre las cuatro de la mañana, la celebración se convierte en riña callejera y en medio de la batalla campal, un joven de “rastas” le propina una puñalada en el pecho. Impactado por el arma blanca, cae y muere de inmediato.

Estos tres hechos son tan solo unos de muchos ejemplos que evidencian un aumento de la criminalidad, no solo en la capital sino también en varias de las grandes ciudades del país.

Militarización de Bogotá

La Policía Metropolitana de Bogotá entregó el lunes 21 de septiembre el balance de lo que fue la jornada de amor y amistad que se extendió durante todo el fin de semana. Seis homicidios, incautación de 1.012 armas blancas y 17 armas de fuego, 1.445 casos que necesitaron de la intervención policial como violencia intrafamiliar, violencia basadas en género, asesinatos, hurtos de bicicletas, motos y vehículos, riñas callejeras, tráfico de estupefacientes, extorsión, entre otros indicadores de criminalidad urbana.

Al arqueo entregado por el cuerpo armado, se le tienen que agregar las recientes decisiones que ha adoptado la alcaldesa de Bogotá Claudia López. En el último mes, dos estrategias han sido implementadas por el Distrito. La primera es la puesta en marcha de los Comandos Operativos de Seguridad, y la segunda es la decisión conjunta entre la administración de la ciudad y el Ministerio de Defensa de sacar la Policía Militar, PM, en las localidades más complejas de la ciudad.

La militarización de los puntos más candentes y con altas cifras de criminalidad en Bogotá, no solo está enfocada al patrullaje, sino también a la requisa y el desarme. Así las cosas, seis barrios en la localidad de Kennedy, cuadrantes espinosos en Los Mártires y puntos estratégicos tanto en Bosa como Ciudad Bolívar, hacen parte de la nueva estrategia para enfrentar el explosivo fenómeno de inseguridad que vive por estos días la ciudad.

Las cifras

Las cifras son contundentes con referencia a los llamados delitos de alto impacto. Los comparativos, que no solo se hacen con el año 2020 (caracterizado por meses de restricciones a la movilidad por la pandemia) sino también con el 2019, evidencian que la criminalidad en la ciudad está desatada.

Con corte a agosto del presente año, los homicidios (uno de los principales indicadores de inseguridad y criminalidad urbana), que por este año van en 754 casos, aumentaron un 15.3% con referencia al año 2019. Las denuncias por hurto subieron un 22.8% con respecto al 2020. En las dos modalidades de delito, sensibles en la percepción que tiene la ciudadanía de su seguridad, existen abultados sub-registros, es decir, la gente no denuncia, ya sea por indiferencia hacia el lento y burocrático sistema de justicia o por miedo a represalias por parte de la delincuencia.

A ello se le debe agregar un aumento en el uso de armas de fuego por parte de la delincuencia, según la reciente alerta emitida por la Veeduría Distrital. Para el ente de control distrital, tres de cada cinco homicidios perpetrados en la ciudad fueron con este tipo de artefactos. De igual forma, advierte el informe, que existe un aumento del 26% en el hurto de celulares y un 350% en el robo de bicicletas, entre 2019 y 2021, todos estos crímenes cometidos con armas de fuego.

Crisis social e inseguridad

“El aumento que estamos viendo es la muestra que poco a poco se está reactivando la normalidad en medio de una gran crisis social, es decir, desempleo, falta de oportunidades, pobreza y desigualdad social, lo que ha llevado a que un importante número de personas que no han sido integradas a un circuito económico, acudan a actividades criminales para solventar su vida”, explica Carlos Lozano Sierra, antropólogo y subdirector general de la Corporación Territorio, Paz y Seguridad, Corpotepas.

Para Lozano Sierra, la presencia y operación de grupos delictivos en Bogotá, como en otras ciudades del país, no es algo nuevo. Es una situación histórica a la que no se le ha podido dar una solución porque siempre ha primado una visión del problema anclada a la perspectiva de la seguridad ciudadana desde la doctrina del enemigo interno. “Mientras se privilegie ese enfoque punitivo, que desconoce las causas sociales de la criminalidad, va a ser muy difícil que las autoridades den una respuesta integral y efectiva al problema”, dice el experto en seguridad.

De igual forma, resalta la existencia de una criminalidad social que responde al flujo migratorio que debe ser reconocido, pero que debe ser atendido con política social por parte de las instituciones sin caer en manifestaciones xenofóbicas, que lamentablemente han sido emitidas por autoridades como la alcaldesa Claudia López.

Con respecto a las medidas de militarización, Lozano Sierra resalta que, “este tipo de medidas excepcionales tienen un impacto inmediato, pero con el tiempo no son sostenibles. Seguramente en las próximas semanas veremos una disminución en los indicadores, pero la delincuencia se va a adaptar a las nuevas modalidades de control. La cuestión es que no se solucionan los temas de fondo”.

La calle está candela

En una esquina cualquiera de Bogotá, un ciudadano venezolano se acerca al autor de esta nota y le solicita amablemente algo de dinero ante su precaria situación. Al ser interrogado sobre su vida y la difícil decisión de migrar, no escatima en responsabilizar al gobierno “corrupto” de Maduro, a la oposición inútil que se ha enriquecido en medio de la crisis, al “hipócrita” gobierno de Colombia que les dio la espalda y a un largo etcétera de elementos que, según él, tienen a todo el pueblo venezolano en la miseria. En su relato hay una indescriptible rabia.

Mientras la conversación fluye y se comienza a tocar el fenómeno de inseguridad en la ciudad, que mucha gente endilga a la migración venezolana, el “chamo” agacha la cabeza y reconoce que desafortunadamente mucho delincuente del hermano país “ha llegado a hacer de las suyas. Pero ojo, gracias a Dios no somos todos”.

Al despedirse, recuerda una canción de rap del finado artista venezolano Cancerbero y se retira cantando: “la calle está candela, mi compadre”. Pero, ¿acaso algún día ha dejado de estarlo?

Fuente Semanario Voz

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