lunes, 1 de noviembre de 2021

Un hombre orquesta cubano en el campo de Sudáfrica

Ser uno de los pocos médicos en un pueblo rural de Sudáfrica, apartado, conlleva tener una carga de trabajo inusualmente alta por momentos pero permanentemente gratificante más allá de cualquier dificultad cotidiana. 

Ese es, entre otros, el caso del doctor cubano Hernán Zaldívar Ricardo, galeno en el Centro de Salud Comunitario del poblado sudafricano de Dannhouser, en la suroriental provincia de KwaZulu Natal.

Allí llegó hace algo más de un año, en momentos en que la Covid-19 comenzaba su nefasto andar por el país, comunicándose en inglés con autoridades locales de salud y colegas.

No obstante, al comenzar a tratar a los pacientes, muchos de ellos, muy humildes, enfrentó uno de sus primeros retos. Él no sabía zulú, idioma predominante en esa región.

Algunos folletos de enseñanza de esa lengua, más concebidos para niños que para un especialista, lo ayudaron para aprender las primeras palabras, imprescindibles, con las cuales atender a dolientes que solo hablaban su idioma natal.

Con el tiempo fue ampliando el vocabulario principalmente a partir de la interacción humana.

De esa manera, en relativamente poco tiempo, logró superar las principales las barreras idiomáticas para interactuar con sus pacientes, lo cual, según constató Prensa Latina en otras zonas sudafricanas, ha sido también la actitud generalizada de los médicos cubanos.

Tal vez por su juventud, de inicio los directivos del hospital orientaron la supervisión de su trabajo por otros especialistas mayores, locales, pero ello duró poco.

Demostró con creces su calificación, recibida en la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín (extremo oriental de Cuba), donde en 2012 recibió su título en la especialidad de Medicina General Integral.

Aunque en su primera misión internacionalista, realizada en Venezuela entre 2013 y 2016, trabajó fundamentalmente como especialista en Fisiatría, en Sudáfrica debió autosuperarse en otras especialidades, pues la variedad de casos a atender en Dannhouser superó cualquier previsión.

NECESIDAD DE MULTIPLICARSE

De inicio la Covid-19 centró buena parte de su trabajo, pues la provincia no era ajena al crecimiento de casos en el país durante la primera oleada de la pandemia.

De esa manera, si bien a varias decenas de kilómetros se habilitaron facilidades para atender a los afectados por la Covid-19 en dos hospitales regionales de atención terciaria especializada, los pobladores de las cercanías primero llegaban a la Clínica de Dannhouser.

Solo en casos complicados se remitía a los nosocomios mayores, a los cuales Hernán también se trasladaba, y aún lo hace, semanalmente.

De su trabajo en el combate de la pandemia habla por sí solo el hecho de que actualmente es miembro del Consejo Asesor Distrital sobre la Covid-19.

Sin embargo, su trabajo no se limita ni de lejos a atender a enfermos de Covid-19.

Como es natural, al departamento de urgencias llega “de todo”, y dada las capacidades de la Clínica, en horas nocturnas tiene que asumir en solitario las emergencias más variadas.

Los altercados callejeros, que con frecuencia se dirimen allí con “herramientas que enfatizan los argumentos”, son fuente de heridas capaces de comprometer la vida de los afectados.

Así, una llamada imprevista en plena madrugada es común preludio de horas de cirugía menor. Ventajas y desventajas de vivir en la residencia para médicos, enclavada dentro del recinto de la Clínica.

Los casos más difíciles desde el punto de vista emocional, confiesa, son los de niños quemados, algo no infrecuente, sobre todo en invierno, cuando los menores se acercan demasiado a los calefactores improvisados en los hogares más pobres.

Otras veces las urgencias no llegan a él, sino se le presentan de manera accidental, literalmente.

Poco antes de que Prensa Latina lo visitara, regresando de noche por carretera luego de atender un caso en el hospital de una ciudad cercana, frente a él colisionaron un auto de pasajeros y un taxi minibús: choque frontal en el cual cada vehículo transitaba como mínimo a 120 kilómetros por hora.

De inmediato se detuvo y comenzó a priorizar a los lesionados según la gravedad de las heridas y estado del afectado (triage), momento en el cual una ambulancia que transitaba por allí se detuvo a auxiliar.

Los paramédicos, quienes conocían al “doctor Ricardo”, no se explicaban como era posible que, una vez más, el médico cubano fuera el primero en atender a los necesitados de la región.

EL TOQUE HUMANO, LA MAYOR HUELLA

Por supuesto, no todo son emergencias. Para Hernán Zaldívar Ricardo el día a día transcurre principalmente de la consulta (que incluye ginecoobstetricia, neonatología, ultrasonido diagnóstico), a la sala de partos, o al departamento de cirugía menor, pues uno de los procederes más comunes allí es la circuncisión electiva de adultos.

Además, realiza visitas de terreno en comunidades cercanas, donde da consultas semanales en las clínicas locales como especialista en medicina familiar.

Por si fuera poco, también ha realizado trabajo educativo entre jóvenes y adolescentes en la principal escuela de la zona, dictando conferencias sobre variados temas de salud preventiva. Dicho todo esto, pudiera parecer que no tiene tiempo para nada más, sin embargo, la familia, allá en su natal Holguín, no abandona su mente ni un instante.

A diario se comunica con ella, a la cual tiene la posibilidad de ayudar económicamente: además de cobrar su salario íntegro en Cuba mientras dure la misión, Hernán puede ahorrar del estipendio que gana en Sudáfrica, lo suficiente para satisfacer sus necesidades y parte de las de sus seres queridos.

Pero, más allá de la enumeración del trabajo diario, lo que mejor habla de su entrega a la comunidad de Dannhouser es la opinión de los pobladores locales, algunos de los cuales son ya sus amigos. Para ellos, una de las mayores cualidades de Hernán es la de ser “paciente con sus pacientes”.

Es el toque humano del galeno cubano lo que mayor huella deja en tierras africanas, algo que, por ejemplo, no olvidarán jamás ni Hernán ni aquella anciana a la cual visitó en su muy humilde hogar rural, y que no paraba de acariciarlo y llorar pues en sus 86 años de vida nunca había sido tocada por un médico.

Fuente: Prensa Latina

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