Por: Leidys María Labrador Herrera
Mayo amaneció cargado de esperanza, inundado por una avalancha patriótica. Una vez más, los firmes pasos de millones de cubanos anduvieron orgullosos en apretado cuadro, para barrer así cualquier fantasía, si alguna le quedaba al enemigo, de que este pueblo fuera capaz de dar la espalda a su Revolución.
Qué mejor fecha para tal demostración de acompañamiento a nuestra obra que el Día Internacional de los Trabajadores. No solo por hermosa tradición salimos a las calles, sino porque este es un país de hombres y mujeres que no se sientan a observar cómo transcurre el presente, o a pensar desde el inmovilismo en lo que depara el futuro; sino que trabaja, con nobleza y entrega, para que ambos tiempos sean mejores.
Dos años muy duros precedieron esta fecha, y aunque jamás dejamos de celebrarla, desde escenarios hogareños y virtuales, volver a las plazas y calles del país, a caminar unidos, tomando por bandera los principios que juntos defendemos, que son el motor que nos impulsa, era sin dudas un anhelo que latía en el alma de todos los revolucionarios.
Un 1ro. de Mayo de encuentros, de alegrías, de confianza en lo que somos capaces de lograr como nación. Un 1ro. de Mayo de homenaje justo al sacrificio colectivo que nos permitió dos grandes hazañas: sobrevivir a la peor pandemia que ha vivido la humanidad en el último siglo, y hacerlo sin descuidar jamás la defensa de la Patria, pues los enemigos se dispusieron a hacernos morder el polvo (aunque como de costumbre, siempre que lo intentan, son ellos los que terminan en esa triste postura).
Lo cierto es que ni el virus natural ni el del odio impidieron que se mantuviera activa la masa trabajadora cubana, y para eso se buscaron disímiles estrategias y alternativas. Así, con el esfuerzo de quienes nunca descansaron, a pesar de las innegables limitaciones económicas, se mantuvieron a flote los servicios indispensables, la producción de bienes necesarios para evitar la asfixia económica auspiciada por el bloqueo de EE. UU. y respaldar las necesidades básicas de todo el pueblo.
La valía de los trabajadores cubanos brilló dentro del personal de la Salud, que no solo protegió a toda costa la vida del pueblo, arriesgando la suya propia, sino que dio las más elevadas muestras de internacionalismo y solidaridad.
También son nobles trabajadores los talentosos y entregados científicos que, con su desvelo y dedicación ilimitada, nos regalaron el enorme privilegio de contar con vacunas propias, en un mundo desigual e injusto donde también se negoció con lo que debía ser un derecho inalienable.
No puede faltar la mención para aquellos que ante el cese temporal de sus labores habituales se vistieron de héroes y fueron a la zona roja a apoyar a sus hermanos en la lucha contra la COVID-19.
Mucho de entrega y amor manifestó también el sector no estatal, que como ente activo no solo de la economía, sino de la construcción social en su sentido más amplio, cumplió nobles misiones y apostó por iniciativas para resolver problemas puntuales, suplir carencias o ayudar a los más necesitados.
Lo cierto es que, de manera excepcional, respondió (y lo sigue haciendo cada día) la masa de trabajadores cubanos al llamado urgente que hizo la Patria, y cada quien, en el lugar que le corresponde, supo abrazar el deber, convencido de que el compromiso individual es inaplazable para hacer tangible el bienestar colectivo.
Por eso, en todas las plazas del país hubo, en esta primera jornada de mayo, mucho más que colorido, banderas y consignas. Allí, donde se concentraron en suma millones de cubanos, hubo lealtad, respeto a la historia vivida, conciencia revolucionaria y mucha dignidad, mucha más que la que nuestros enemigos son capaces de medir y de entender.
No estamos solos, porque quien siembra amor y solidaridad cosecha hermanos. Por eso se desbordó el calor humano de quienes, desde disímiles naciones del orbe, acudieron a acompañarnos en lo que devino también reclamo justo por más justicia para aquellos que en el mundo sufren aún explotación y miseria, y son privados de los más elementales derechos laborales.
Cuba vive, por la voluntad de sus hijos, por la entereza y la fuerza que nos da la unidad; trabaja, porque esos mismos hijos saben que un revolucionario no conoce los caminos llanos si pretende llegar a las estrellas.
Los cubanos estamos hechos de una aleación entre resistencia, creatividad y patriotismo. Ese material, para que conste, ni se corrompe, ni se degrada y mucho menos se quiebra.
Fuente: Granma
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