Jaime Cedano Roldán
En España existe una larga y hermosa tradición de solidaridad con las luchas del pueblo colombiano por la paz, la democracia y los derechos humanos que nació con la oleada de exiliados y refugiados políticos llegados al final de la década de setentas e inicios de los ochenta cuando con el Estatuto de Seguridad de Turbay Ayala la represión, la guerra sucia y el terrorismo de Estado pasaron a un nivel de mayor agresividad contra los activistas políticos y sociales.
Los exiliados que abarcaban un amplio abanico de colores políticos fueron encontrando abrigo y apoyo en una serie de organizaciones y militantes internacionalistas que venían trajinados en la solidaridad con Chile tras el golpe pinochetista y con las resistencias y alzamientos en Centro América. Con la llegada de los primeros refugiados y con el primer informe de Amnistía Internacional sobre la situación de los derechos humanos en Colombia se empezó a generar preocupación por lo que pasaba en el país.
Eran los tiempos en que Manuel Cepeda denunciaba en las Naciones Unidas que "Colombia era un Vietnam silencioso". De esta manera empezaron las primeras charlas, encuentros y actividades solidarias. Incansables esfuerzos se hacían para abrir la idea de la posibilidad de un acuerdo de paz en Colombia. Luego el trabajo se agigantó y se multiplicó y surgieron múltiples iniciativas como la Taula catalana, el proyecto de refugio asturiano, el Comité canario, la coordinadora valenciana, diversos espacios en Madrid y en los últimos años la Plataforma Estatal y otros nuevos escenarios de solidaridad en el país vasco, en Murcia y otras regiones. Mucha gente, muchísima que hace parte de la alegría que hoy se vive. Alegría ligeramente sospechosa, que las traiciones de siempre no se olvidan. Pero alegría y felicidad. Sabiendo que nada se habrá conquistado hasta que todo esté conquistado.
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