miércoles, 28 de septiembre de 2016

¿Por qué si la juventud?

Ivanovich Jiménez B.


El Próximo domingo dos de octubre, los colombianos asistiremos al que podría ser uno de los acontecimientos más importantes en la vida republicana de nuestro país: la refrendación popular del acuerdo alcanzado entre las FARC-EP y el gobierno nacional, después de cuatro años de negociación.



Ante la posibilidad de un respaldo popular masivo a los acuerdos de la Habana, el desespero del sector guerrerista que representa el Uribismo no se ha hecho esperar; con la más descarada demagogia, los promotores del “NO”, pretenden generar un pánico en la sociedad, de que, si llegaran a refrendarse los acuerdos, el destino de Colombia sería el mismo de Venezuela y Cuba, con Timochenko en la presidencia de la república. Cuán lejos llega el temor de quienes históricamente se han lucrado de la guerra en Colombia, y que hoy se oponen a un acuerdo que permite las aperturas democráticas que debió garantizar el estado hace mucho tiempo.


Sin embargo, uno de los mayores problemas a los que se ha enfrentado el uribismo en su campaña contra la Paz, ha sido la respuesta contundente de la juventud; No le fue muy bien al senador Uribe en Buenaventura, cuando Leonard Rentería, un joven afro y dirigente cívico, en pleno acto convocado por la campaña del “NO”, lo confrontó en nombre de una población juvenil, que históricamente ha sido víctima del conflicto armado y que le apuestan al respaldo del acuerdo, como única posibilidad de parar el derramamiento de sangre. Razón por la que Leonard terminara desplazado de Buenaventura a Bogotá en busca de protección para su vida, por amenazas recibidas a raíz de su interpelación a Uribe; No le fue bien a la campaña contra la Paz en Bucaramanga, cuando un joven universitario, estudiante de derecho en pleno acto convocado por el Centro Democrático, confrontó a Uribe, exigiéndole hablar con la verdad sobre los acuerdos y no desinformar a la opinión pública.


Una generación que anhela la Paz.


Y es que, si Colombia anhela la Paz, son los jóvenes la población que sueña con que el tableteo de las ametralladoras sea parte de la historia. Son los jóvenes, quienes, en las últimas décadas, han servido de carne de cañón en una guerra, que como nos lo demuestra la realidad, pudo haberse acabado, mediante una salida negociada. Esta guerra, ha sido desarrollada y sufrida mayoritariamente por la juventud, como consecuencia de un mundo de inoportunidades al que históricamente han sido relegados; Muchos jóvenes que ingresaron a las filas de las organizaciones insurgentes como las FARC-EP, el ELN y el EPL, lo hicieron como determinación para transformar el actual orden político en algunos casos, y como medida de supervivencia al terrorismo de estado en algunos otros; Otros jóvenes ingresaron al ejército o a las bandas paramilitares, como única posibilidad de obtener algún ingreso económico de manera estable, aunque fuera pagando un alto precio por ello.


Es la reducción de las muertes a causa del conflicto armado, y  la posibilidad de que todo ese potencial propio de la juventud al servicio de la guerra,  pueda ser puesto al servicio de los intereses de la nación, mediante la implementación de los acuerdos, que abran las compuertas al mundo de la educación, la salud, el empleo digno, la cultura y el deporte, la participación política, la salida al problema de las drogas y la reconciliación, que históricamente les fueron cerradas a la mayoría de los jóvenes colombianos.


Los costos de la guerra y los costos de la Paz.


Mucho se ha reproducido en medios virtuales, desde los promotores del “NO”, sobre lo costosa que saldría la paz al pretender pagarle a los guerrilleros. Dicen los que azuzan una guerra para que la peleen hijos ajenos, que esto es inaceptable. 


Según el estudio “Las cifras de la guerra y la transición” realizado por el Instituto Para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), en las seis décadas de confrontación armada, Colombia ha gastado 411 billones de pesos. De los 199,9 billones de pesos del presupuesto nacional anual, 28,1 billones de pesos son destinados para la guerra, esto es mucho más que lo destinado a la educación, 80 mil veces lo que se destina para cultura, 101 mil veces lo destinado para recreación y deporte, 120 mil veces lo destinado para políticas de empleo en la juventud.


Según dicha investigación el promedio del gato estatal, equivale a 22 mil millones de pesos por día. Con esta cifra comerían cerca de tres millones de familias colombianas, teniendo en cuenta que aproximadamente el 70% de los hogares del país cuentan con ingresos por debajo del salario mínimo legal. Con esta cifra, se garantizaría alimentación, vivienda, vestido y tratamiento a todos los habitantes de la calle de la ciudad de Bogotá.


En el tránsito de combatientes guerrilleros a la vida civil, los acuerdos contemplan la asignación de unos recursos temporales que ascienden a una cifra de 154 mil millones de pesos, lo que equivale a tan solo siete días de guerra en Colombia. No es necesario ser un experto en estadísticas, para concluir que, con el fin de la guerra, el presupuesto destinado para ella, podría ser reasignados en inversión social. Sin guerra, la juventud contaría con un presupuesto con el que podría financiarse la educación básica, media y superior. Podría resolverse parte del drama de los jóvenes que estudian con créditos financieros cuyas tasas de interés endeudan de por vida al joven, que dura estudiando cinco años y pagando la deuda de su estudio los siguientes quince años. Podría destinarse parte de ese presupuesto para la construcción de escenarios deportivos y que nuestros jóvenes tengan acceso de manera digna al deporte. Con parte de ese presupuesto resolveríamos el flagelo de muchos de nuestros niños, que mueren de pura y física hambre. Indiscutiblemente, la guerra es nos cuesta más que la paz.


Las resistencias juveniles en el marco de la Paz.


Que votar SI en el plebiscito es legitimar el gobierno de Santos, dicen en medio del desespero el uribismo en su campaña de desinformación sobre los acuerdos. Refrendar lo acordado en la Habana, no nos obliga a compartir la política neoliberal y antipopular del actual gobierno. La Paz tendrá una deuda que saldar con los jóvenes colombianos, si en la construcción de la misma, no se resuelven elementos tan sentidos, como la estigmatización y la criminalización de la vida juvenil. El actual gobierno al tiempo que manifiesta su compromiso con la Paz, envía mensajes muy nefastos a la juventud, como lo fue la aprobación del código nacional de policía que promueve la exclusión de los jóvenes, cercena el derecho a la propuesta y les da un tratamiento criminal a las resistencias juveniles.


También en la paz, será objeto de organización y movilización de la juventud colombiana, la exigencia de la abolición del escuadrón de la muerte ESMAD, la lucha por mayor presupuesto para la educación, por contratos de trabajo estables y en condiciones dignas, por mayor inversión en el deporte, el arte y la cultura, por la defensa de los recursos naturales y el territorio, y en general por todas las reivindicaciones más sentidas de las nuevas generaciones de colombianos.




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