Participar en el plebiscito y votar sí al respaldo a los diálogos de La Habana es buscar la paz necesaria, la verdad de lo ocurrido y avanzar en el combate contra la explotación. Todos tenemos que participar.
El próximo 2 de octubre los colombianos deberemos adoptar la decisión más trascendental de los últimos tiempos. Se consulta a toda la población sobre el apoyo o el rechazo a los acuerdos logrados en La Habana entre las FARC y el Gobierno colombiano. Las posiciones, según la evolución de las encuestas, favorecen la postura del apoyo (sí) pero se mantiene una presencia importante del rechazo (no) y, aun más importante, de la abstención.
La campaña por el sí es variopinta: se expresa la necesidad de parar una guerra que a todos afecta, pero mientras algunos lo impulsan para continuar con calma la explotación y construyen en la población la idea de una guerrilla causante de la tragedia (Santos), desde otra orilla, nuestra orilla, se acusa a los explotadores, nacionales y extranjeros, de ser los verdaderos originarios de una violencia que, por más de un siglo, ha cobrado la vida de miles de trabajadores y campesinos por el “delito” de defender sus derechos, y ha cercenado, por la acción violenta de las fuerzas estatales y paraestatales, la posibilidad de construir y sostener organizaciones gremiales y políticas que representen y defiendan a los explotados.
De otro lado los partidarios del “no” adelantan una campaña que exacerba los odios para perpetuar una guerra de la cual siempre han sido sus beneficiarios. Manipulan sectores de la población apelando a sentimientos primarios para lograr un apoyo indirecto a sus intereses de acumulación por el ejercicio de la violencia. La gran mayoría de sus seguidores son servidores útiles de esas minorías poderosas que han sumido al país en la tragedia secular. Uribe, Ordóñez, Lafaurie, Pastrana y otros son los adalides de la negación de lo acordado.
La abstención, que históricamente ha sido importante en nuestra nación, se ve alimentada por la idea de que la guerra se ha desarrollado entre quienes buscan, unos, o sostienen, otros, el poder por la vía armada y esa confrontación excluye a la mayoría de la población.
Su equivocación radica en su hipótesis de las causas del conflicto y en su desconocimiento de la historia que demuestra, desde las masacres de los trabajadores en Cartagena y Santa Marta en 1918, la de los artesanos en Bogotá en 1919, la agresión contra los trabajadores petroleros en 1924 y 1927, la masacre de las bananeras en 1928, todas ellas anteriores a la fundación del PCC, que desde los albores del capitalismo la constante ha sido el ejercicio de la violencia de clase contra los explotados para profundizar su explotación.
Participar en el plebiscito y votar sí al respaldo a los diálogos de La Habana es buscar la paz necesaria, la verdad de lo ocurrido y avanzar en el combate contra la explotación. Todos tenemos que participar.
Semanario Voz
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