Heródoto de Halicarnaso, en uno de sus célebres y clásicos ‘Los nueve libros de la historia’ (que se pueden bajar en míster Google, en el enlace www.eBooks.brasil.org, entre otros, nos dice que “Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, mientras en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a su última morada”.
Claro, además eran las épocas heroicas, en que cada hombre, independiente de su status, debía ir a la guerra. No importaba que fuero el arriero, o el mendigo, o el príncipe, como Paris en la leyenda de Helena la de Troya. Cada quien tenía su obligación de matar y morir.
Que fue igual que el Ejército Libertador comandado por el Comandante General, General en Jefe-Presidente Simón Bolívar, donde “todo el que pueda empuñar una lanza será conscripto”, lo que llevó a José María Córdova a ser General de División a los 21 años, no cumplidos.
Pero la ley de reclutamiento en Colombia hoy exceptúa, además de “ineptos para el servicio” (por varias razones físicas y mentales), a hijos únicos, a hermanos de caídos en combate o acciones (de la llamada fuerza pública), a “hijos de prestantes ciudadanos” (¿no deberían llamarlos, como es: prestamistas) y a “hijos de oficiales y suboficiales de la Fuerza Pública”, quienes tienen el derecho de pregonar y ‘desarrollar’ la guerra con hijos prestados y desde escritorios.
¡Bonito así, no hp! ¡La consigna es y será: Mátense entre lungos!
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