“Habana a tus pies
No sabría cómo amarte de otra forma
………………
Habana de pielSólo quiero naufragar hacia tus costas.”
Fito Páez “Habana”
Un reciente viaje a La Habana nos ha causado profundas impresiones sobre la ciudad y sobre Cuba, país objeto de tantas conspiraciones en el escenario geopolítico al negarse a desempeñar el rol de la mayoría de otras naciones, el de ser un peón en un mundo cuyo destino lo marcan los intereses de la potencia metropolitana.
La Habana, y esto es un mérito frente al despiadado proceso de demolición que la codicia ha generado en la mayoría de las urbes latinoamericanas arrasando con buena parte de su memoria y patrimonio cultural, conserva la integridad de su espléndida arquitectura y diseño republicano. Claro, buena parte de sus magníficas construcciones, demandando restauración.
La ciudad es alegre e inquieta en el ámbito artístico y cultural, en especial música, literatura, artes plásticas y cinematografía. Y no sólo en lo referente al estímulo que el Estado da a sus nacionales como una forma de afianzar el sentido patrio, sino también de su sintonía con la cultura universal. Son proverbiales en esta materia el Instituto Cubano de Cinematografía ICAI, la Casa de las Américas con su prestigioso concurso anual, la Feria Internacional del Libro y los Festivales Internacionales de Jazz y del Nuevo Cine Latinoamericano que exhibe la producción nacional y mundial en varias categorías.
Sorprende en La Habana a quienes venimos de otros pagos menos -o mejor, nada- cívicos, la conciencia ciudadana en este campo. No se concibe allí su bella estatuaria y los monumentos a sus próceres convertidos en mingitorios, ni objeto de vandalismo por desadaptados sociales, menos lienzo donde vagos y viciosos trazan sus grotescas figuras. Igual el aseo de la ciudad, que contrasta con la desbordada situación en esta materia de la mayoría de las urbes del subcontinente al punto de haberse convertido en un problema ambiental y de salud pública que amenaza salirse de madre.
Mi ciudad a la que tantos juglares ensalzan tiene encantos particulares. Allí aún, como en los villorrios de la época de nuestros abuelos, hay pequeños negocios caseros que anuncian se forran botones, al igual que otro donde un relojero avisa que sólo atiende los días martes de dos a cinco de la tarde. Y en el horario señalado, lo encontramos a la manera de un Aureliano Buendía, en el venteado corredor de una casona sombreada de trinitarios, hierático examinando un cronómetro mientras una fila de paisanos con el reloj en la mano paciente y conversador espera su turno. También hallamos oficios insólitos como el de recargar los encendedores de gas que en todas partes son desechables, remendar sobre la marcha el calzado que se le descose al peatón –no la remonta de suelas que ya son arte mayor-, el del soldador ambulante de ollas y calderos con su remembranzas gitanas, o el del memorioso que entre las trincheras cavadas en los jardines del Hotel Nacional, relata la historia de cuando casi hay guerra mundial entre Estados Unidos y la URSS por cuenta de los misiles que ésta instaló en Cuba. Hay también una hermosa casa de El Vedado con un pulcro anuncio que la identifica como “Empresa estatal de conservas vegetales”. A los visitantes eso nos sorprende un tanto.
La Habana es una ciudad singular. Su aire es otro, eso se nos antoja; la experiencia de transitar sus calles no va acompañada de la sensación de temor, tampoco del ruido y la polución que es norma en otros lares. Además de que aparte el obligado protocolo de los catálogos turísticos que manda señalar a cada destino como de los más bellos del mundo, éste sí lo es en realidad. La riqueza de su arquitectura colonial militar, civil y religiosa es espléndida, supera en mucho la de Cartagena de Indias. Lo mismo lo bucólico de su paisaje costero y marítimo, el inmenso malecón que termina en la zona colonial amurallada en cuya punta flamea la bandera de la solitaria estrella. Paisaje no estorbado por el cemento de los rascacielos ni contaminado por el humo de las chimeneas. ¿Y qué decir de esa obra de arte monumental y fastuosa que testimonia el esplendor de sus antepasados, el Cementerio o Necrópolis de Cristóbal Colón?
Tiene más curiosidades mi visitada. Hay muchos gatos en las calles que contemplan con morosa indiferencia al viandante que repara en ellos. Igual, en algunos sectores las madrugadas –que se prolongan hasta las nueve de la mañana-, son anunciadas por el clarín de los gallos. Nos explicaba un vecino que es debido a la tradición de crianza de gallos de pelea que cultivan muchos habitantes llegados de las provincias. En fin, una ciudad que tiene un cargo que se llama El Historiador de la Ciudad con su despacho en imponente palacio colonial, responsable de la conservación y difusión de sus hitos históricos, es una urbe que tiene un algo inefable y magnífico que impedirá que en sus murallas enraíce el olvido.
Estas palabras como excusa para pedirte perdón Habana mía. Porque en la patria colombiana hoy muchos te denuestan. Y hablan de ti con rencor por identificarte con algo perverso dicen, que lacera sus entrañas. Esto no es otra cosa que el haber brindado durante cuatro años el influjo de los aires universales de tu bahía, el aroma de tus pomarrosas y el espíritu amable de tus salones, para ambientar las negociaciones de paz entre la principal fuerza insurgente de Colombia y su gobierno. Y hoy aquí en nuestro suelo son bastantes los que no te lo perdonan, y tu nombre que tantas resonancias tiene de batallas por la libertad, de plaza donde florecen el arte y la cultura, y de puerto de donde zarpan las naves con la solidaridad para las víctimas de las calamidades naturales o de esa peor, las del hombre, para ellos ese onomástico de trinitarios, de gatos, de castillos y giraldas, alude a una guerra que termina, quedándose así sin una causa que es santa y cara a sus corazones. Ellos no conocen la dolida historia de amor que guarda tu Giraldilla en lo alto del castillo de la Real Fuerza, ni la alegoría futurista del título dado por la reina dueña del universo hace cuatrocientos años.
Estamos en deuda contigo mi Habana. Porque en los miles de páginas laudatorias y celebratorias de la paz que se ha firmado en tu suelo entre las FARC y el gobierno de Colombia, ninguna tal vez se haya ocupado de agradecer la hospitalidad de tu cielo y de tus gentes, el tenaz empeño de tus dirigentes para que las difíciles negociaciones fructificaran, la asesoría prudente y sabia brindada a las partes para que el acuerdo fuera el mejor. No ha habido un reconocimiento a la ciudad que ya marca un hito en la vida del pueblo colombiano. Tenemos clara la razón de ello. La Habana no es un lugar “políticamente correcto” dentro de una visión retardataria del mundo, para darle el crédito que merece.
Distensiones aparte, lujosas y hasta hace poco inimaginadas visitas de por medio, la verdad es que nombres como Fidel y Raúl, ciudades como La Habana y naciones como Cuba, siguen produciendo un gesto de desafecto entre influyentes grupos adictos a la causa del capital, además de entre otros largamente colonizados por la propaganda anticomunista. Porque como reza el dicho popular, “otro gallo cantaría”, si la ciudad anfitriona de los diálogos hubiera sido París, Buenos Aires o Melbourne. Ya habrían sido declaradas ciudades hermanas por los gobernantes de nuestras metrópolis, se habrían bautizado avenidas con sus nombres y les habrían entregado las llaves de la ciudad a sus dignatarios. Es el precio que se paga por una posición férrea de defensa de la soberanía, y de intransigencia en privilegiar el interés patrio frente a las pretensiones de quienes impusieron su voluntad sobre casi todo el mundo.
El pueblo colombiano tiene hoy más expectativas de una vida menos azarosa y trágica, y en ello tú, “Llave del Mundo y Salvaguarda de las Indias Orientales” que bautizara la reina dueña de este díscolo globo ya en 1634, tienes acciones. Por ello desde esta página que quiere recoger el sentir de millones, este pequeño tributo que quiere reparar el pecado de la ingratitud.
Alianza de Medios por la Paz
Septiembre 8 de 2016
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