Por Guillermo Pérez La Rotta
La frágil democracia colombiana está en peligro
La frágil democracia colombiana está en peligro, pero no porque lo diga el candidato Gutiérrez, ante la amenaza que advierte en la posible presidencia de Petro, sino por las declaraciones de dos expresidentes, el uno pidiendo absurdamente el reconteo de cientos de miles de papeletas de votación, y el otro atribuyendo fraudes al Pacto Histórico. Y tampoco está en peligro porque estos personajes puedan terminar de socavar completamente la poca democracia que hasta ahora ha existido en este país; pues algo de lo institucional aún queda en pie, y sus declaraciones, más que una invitación a terminar de una vez con esta democracia, y por ejemplo, buscar un autogolpe de estado, lo que buscarían es hacer una especie de terrorismo político, muy entrañable a sus principios ideológicos y a sus actuaciones de siempre. Terrorismo político que aparece a nuestros ojos como patadas de ahogado, porque, en principio, van a perder unas curules en el congreso, pero además porque avizoran que a pesar de sus maquinarias, caen al piso ante una ciudadanía indignada que los ha castigado en las urnas. Y el mayor contribuyente a su desprestigio es el gobierno mediocre y corrupto de Iván Duque y Marta Lucía Ramírez.
Estos sujetos, Pastrana y Uribe, nunca han sido responsables con la patria que dicen amar. Lo que ocurre es que tienen miedo de perder parte de su poder de antaño, y se resisten a perderlo, con arreglos por debajo de la mesa en contra de sus opositores, y declaraciones para crispar aún más los ánimos y sacar partido de ello en los sectores que los apoyan. Ese es el peligro de la democracia. A uno de ellos le da terronera apoyar a Gutiérrez, porque hoy, ad portas de un veredicto por posible soborno de testigos del hampa, aparece desprestigiado; y en las calles los ciudadanos indignados le dicen que se marche de sus barrios, cuando camina repartiendo volantes acompañado por policías que intimidan. Y al otro, le da temor porque puede perder parte de su poder tras bambalinas en el partido conservador, desde donde siempre negocia con presidentes los cargos para sus pupilos, cargos que a todos ellos les permiten seguir mamando de la teta del Estado.
Son terroristas. Y por eso, vuelven a poner a la democracia en peligro, una vez más. Ellos, que cuando el pueblo sale a protestar pacíficamente, entonces dicen en twiter que hay terroristas detrás de ese pueblo, y alientan a la policía y el ejército para que repriman con violencia. En una confusión, potenciada de mil formas en su actuar político, y hábilmente utilizada a lo largo del tiempo, estriba su poder terrorífico: en señalar a los demócratas y a los periodistas independientes como terroristas. En el caudillismo que manda con disciplina de perros. En las taimadas declaraciones cada vez que algo conmueve la inequidad de este país, como cuando decían que el castrochavismo estaba detrás de las protestas. O cuando sabotearon el proceso de paz. O cuando el señor Uribe señalaba a opositores en sus discursos para que luego el Das los persiguiera. Estrategia terrorista.
La democracia frágil y limitada de Colombia es el resultado de la gestión de estos individuos, junto con muchos otros, definiendo una sociedad excluyente. Y siempre en defensa de su poder, por medio de componendas corruptas, como el robo de la presidencia que le hizo Misael Pastrana a Gustavo Rojas Pinilla, con el apoyo de Lleras Restrepo. Y luego el hijo de Misael puso ante la nación los narcocasettes, que evidenciaban al cartel de Cali detrás de la elección de Samper; pero años después, los jefes de ese cartel le mandaron una cartica afirmando que su campaña también había recibido plata de ellos. Y el otro, porque para perpetuar su poder generó la yidispolítica, y logró su segundo mandato a costa del cohecho de sus ministros, luego juzgados y encarcelados. Y luego envió a “Cayita” a Estados Unidos, cuando estalló el escándalo de la compra de votos para la campaña de Duque por el Ñeñe Hernández .
¿De qué democracia es la que hablan estos señores? Hablan de aquella democracia, que como dijera Francia Márquez, solo se da y aparece como limpia y pura, cuando ellos están en el poder, pero no de aquella que surge cuando la gente protesta contra sus políticas injustas, ni mucho menos cuando el pueblo en las urnas les amenaza con quitarles limpiamente el poder del que ha gozado por lustros.
En un libro titulado “Napoleón el pequeño”, ese gigante de la literatura y el humanismo que fue Víctor Hugo, daba latigazos a Luis Napoleón, quien a mitad de siglo XIX buscó continuar con la Restauración monárquica, ante el turbulento desarrollo de la lucha por la democracia, de ciudadanos de la Francia de aquella época. Reproduzco aquí un pasaje de ese libro, que parece una semblanza de la Colombia de hoy:
“Este gobierno, gobierno horrible, hipócrita y estúpido. Gobierno que hace estallar en risas o profundos sollozos. Esa constitución, horca de donde penden nuestras libertades. Ese grande y pequeño sufragio universal, el primero eligiendo presidente, y el segundo nombrando legisladores. El pequeño, diciendo al grande: “Monseñor, recibid estos millones”; y el grande diciendo al pequeño: “Recibid la seguridad de mis sentimientos”. Todo eso, en fin ¿de dónde salió? ¡Dios santo! ¿De dónde ha salido tal gobierno? Todavía corre…todavía humea… ¡Ha nacido de un mar de sangre!… ¡Es cierto que las víctimas ya están lejos, pero los muertos quedan!”.
Palabras que encajan en el gobierno Duque y sus amigos de todos los entes de control, en las incontables corruptelas y escándalos de estos cuatro años, en la existencia de una constitución garantista que no se aplica, y se ha reformado por los políticos de turno para que no se cumpla a cabalidad, en las muertes de líderes sociales, en el hambre, en la astronómica deuda social y económica que deja Duque, en las exenciones tributarias a los más ricos, en la combinación de terrorismo y mediocridad que hoy hacen gritar a Pastrana y Uribe que el fraude es de sus oponentes, o que hay que contar otra vez todos los votos.
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