Ocupando la posición predominante en la escena, Estados Unidos, que sigue negándose a respetar el Derecho Internacional –sobre todo la Carta de la ONU–, envió a Moscú un documento con respuestas dilatorias a la proposición rusa de tratado con garantías de paz y se empeña en agravar la tensión en Ucrania. Washington incrementó la tensión acusando a Rusia de estar preparando una guerra. Entre bastidores, Washington prepara a la vez nuevos teatros de enfrentamiento, en Europa (Transnistria) y en el Medio Oriente.
Desde el otro lado, Rusia ha desmentido constantemente las acusaciones de Estados Unidos y ha respondido poniendo a prueba su propia superioridad militar.
Reunión de la Comisión Moldavia-Transnistria en las oficinas de la OSCE en Tiraspol. |
Estados Unidos está aplicando el plan de la RAND Corporation y trata de provocar un conflicto en Transnistria [1]. El bloqueo impuesto a esa pequeña República independiente, pero no reconocida, no está funcionando. A pesar de los guardafronteras ucranianos desplegados bajo la supervisión del Alto Representante de la Unión Europea, Josep Borrell [2], la frontera moldava se mantiene abierta. La presidente de Moldavia, Maia Sandu, desea que su país se convierta en miembro de la Unión Europea y no quiere de ninguna manera una guerra en Transnistria. La presidente de Moldavia no ha renunciado a recuperar Transnistria pero prefiere lograr que el contingente ruso presente en ese territorio sea reemplazado por una misión civil de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
El sábado 12 de febrero, las autoridades de la autoproclamada República de Transnistria solicitaron al encargado de negocios de Estados Unidos que cese del envío de armamento estadounidense a Moldavia desde terceros países, subrayando en su petición que esos envíos de armas amenazan la paz y contradicen acuerdos internacionales.
El miércoles 12 de febrero, una delegación de Transnistria viajó a Moscú en busca de ayuda. Allí subrayó que la apertura de la frontera moldava no durará mucho ya que el ejército moldavo, que ahora recibe órdenes de oficiales del Pentágono, está desplegándose en la zona neutral, en violación de los compromisos internacionales.
El viernes 18 de febrero, las oficinas de la OSCE en Tiraspol –la capital de Transnistria– fueron sede de un encuentro entre una delegación moldava y representantes de la pequeña República. Pero las negociaciones abordaron sólo detalles. Ya no es posible salir de Transnistria con un vehículo inmatriculado allí –las placas llevan símbolos de la secesión– y los conductores se ven obligados a cambiar las placas en la frontera. También es imposible entrar en Transnistria llevando medicinas, ni siquiera de primera necesidad. Sin explicar por qué, los aduaneros moldavos confiscan todo tipo de medicamentos, bajo la mirada burlona de funcionarios de la Unión Europea.
El ministro de Defensa de la Federación Rusa, general Serguei Choigu, fue recibido en Damasco por el presidente sirio Bachar al-Assad. |
Siria y Líbano
La tensión también se incrementa considerablemente alrededor de Siria y Líbano. Desde finales de octubre de 2021, Estados Unidos y Turquía han reiniciado el reclutamiento de yihadistas entre las bandas terroristas que aún mantienen bajo su protección en la gobernación siria de Idlib. Algunos de los yihadistas reclutados han sido enviados a Ucrania pero la mayoría están destinados a ser utilizados nuevamente contra Siria y contra el Hezbollah libanés. Sin embargo, ha podido saberse que gran parte de esos elementos no valen mucho como combatientes, exceptuando a los que siguen estando afiliados a al-Qaeda y al Emirato Islámico (Daesh).
Tratando de dar cierta cohesión a esos elementos, la CIA organizó el reciente ataque contra la cárcel de Hasake, donde los mercenarios kurdos en Siria tenían detenidos a 3 500 miembros de Daesh. Los mercenarios kurdos sólo se prestaron al show y lo aprovecharon para clamar que necesitan más armas y más apoyo de Estados Unidos para garantizar la custodia de esos prisioneros. En todo caso, la mayoría de los yihadistas que se hallaban en la cárcel de Hasake lograron huir y se unieron a la CIA. Posteriormente, los militares estadounidenses ilegalmente desplegados en esa región de Siria trasladaron a varios jefes de Daesh, recapturados por los mercenarios kurdos, hacia un lugar desconocido donde… la CIA estaba esperando por ellos. O sea, aunque trata de aparentar otra cosa, la realidad es que Estados Unidos está reorganizando Daesh.
La reorganización de al-Qaeda se ha realizado de manera más visible. Abu Mohammad al-Julani, el jefe de al-Qaeda en Siria y posteriormente emir del grupo terrorista Tahrir al-Sham, ha adoptado un nuevo “look”. Los británicos lo vistieron con ropa occidental y le han enseñado a hablar sin amenazar con cortarle la cabeza a quien no esté de acuerdo con él… pero sigue siendo el jefe de al-Qaeda en Siria.
En medio de todo ese contexto, el ministro de Defensa de la Federación Rusa, Serguei Choigu, viajó a Damasco, el 15 de febrero, y el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, también llega a la capital siria el lunes 21 de febrero.
En Líbano, el secretario general del Hezbollah, Hassan Nasrallah, confirmó a la televisora iraní Al-Alam que esa organización de la resistencia libanesa está en posesión de medios de defensa antiaérea [3] que le permiten proteger su país frente a la aviación israelí, la cual viola diariamente el espacio aéreo libanés. El Hezbollah reveló también que uno de sus drones sobrevoló Israel sin ser detectado. Poco antes, la fuerza aérea siria y aviones rusos habían iniciado vuelos de patrulla sobre el Golán sirio ilegalmente ocupado por Israel.
Ucrania
Para entender bien lo que está en juego en Ucrania, hay que retroceder unos días en el tiempo.
El 11 de febrero, el presidente estadounidense Joe Biden convocó una videoconferencia con sus principales aliados y les anunció una “invasión inminente” de Ucrania por parte de Rusia. La agencia Bloomberg reportó que la inteligencia estadounidense anunciaba que dicha invasión tendría lugar durante la noche del 15 al 16 de febrero. Biden explicó a sus aliados que si Rusia invadía Ucrania ese paso le costaría caro y que Estados Unidos… y sus aliados… estaban listos.
Antes de que Biden iniciara son speech, Rusia había anunciado que comenzaba a retirar sus tropas de Bielorrusia y de la frontera ucraniana, después de haber terminado allí sus ejercicios militares, pero Washington no había tenido tiempo de verificarlo. Moscú aseguraba que elementos de la OTAN estaban preparando una provocación, acusación que el Pentágono había emitido contra Rusia hace varias semanas. En todo caso para los occidentales se hacía cada vez más difícil seguir acusando a Moscú de querer invadir Ucrania,
El 15 de febrero, la Duma de Estado (la cámara baja de la Asamblea Federal de Rusia) aprobó –por proposición del Partido Comunista– una resolución que solicita al presidente Putin reconocer la independencia de las Repúblicas Populares proclamadas en Donestsk y Lugansk. En otros términos, si Ucrania aprovechara la retirada de las fuerzas rusas para atacar el Donbass, Rusia reconocería la independencia de ambas repúblicas y estaría obligada a intervenir ya que, en virtud de la Constitución de la Federación Rusa, su presidente es responsable de la vida de los ciudadanos rusos y la mayoría de los habitantes del Donbass ostentan actualmente 3 nacionalidades: la ucraniana, la de las repúblicas independentistas y la nacionalidad rusa.
El mismo 15 de febrero, el presidente Putin recibió en Moscú al canciller alemán Olaf Scholz. Como el encuentro con el presidente francés Macron, la reunión entre el presidente Putin y el canciller Scholz fue particularmente larga. Al parecer, Putin describió al visitante alemán lo sucedido durante la visita de la subsecretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland en el Kremlin. Estupefacto ante lo que oyó, el canciller alemán –al igual que el presidente francés– evitó cuidadosamente toda declaración contra Rusia a su regreso a Berlín. Lo mismo sucedió el 19 de febrero durante el encuentro entre el presidente Putin y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
Pasó la noche del 15 al 16 de febrero… y Rusia no invadió a nadie. En Washington, la prensa estadounidense pidió al consejero de seguridad Jake Sullivan que explicara por qué había señalado esa fecha. Sullivan simplemente sostuvo que nunca mencionó una fecha precisa para la “invasión rusa”.
El 17 de febrero, el secretario de Estado Antony Blinken se presentó en la sala del Consejo de Seguridad de la ONU. Acusó a Rusia de «violaciones persistentes» de los acuerdos de Minsk… cuando en realidad es Kiev quien ahora los rechaza. Blinken aseguró que su intervención era para defender «el orden internacional basado en reglas que preservan la estabilidad en el mundo»… o sea no el Derecho Internacional sino el derecho de las potencias occidentales. Y entonces reveló el plan escondido del Kremlin:
«Rusia planea fabricar un pretexto para su ataque. Podría tratarse de un acontecimiento violento cuya responsabilidad Rusia atribuiría a Ucrania, o una acusación aberrante que Rusia lanzará contra el gobierno ucraniano. No sabemos exactamente qué forma tomará eso. Podría tratarse de un atentado con bomba “terrorista” dentro de Rusia, del supuesto descubrimiento de una fosa común, de un ataque con drones montado contra civiles o de un falso –o incluso verdadero– ataque con armas químicas. Es posible que Rusia califique ese acontecimiento de limpieza étnica o de genocidio, menospreciando así un concepto que nosotros no tomamos a la ligera en el seno de esta instancia, y que yo mismo no tomo a la ligera debido al pasado de mi familia.»
Con esa referencia incidental, Blinken se refería a Samuel Pisar, esposo en segundas nupcias de la madre del hoy secretario de Estado. Samuel Pisar, quien educó a Blinken en París, fue un sobreviviente de la «Solución Final de la cuestión judía». Pero Samuel Pisar no estaba lleno de odio, sólo desarrolló una conciencia aguda sobre el Mal. Se convirtió en consejero del presidente estadounidense John F. Kennedy y posteriormente en abogado internacional de grandes compañías. Pisar no aceptaba los conceptos de Leo Strauss, quien creía indispensable que el pueblo judío instaurase una dictadura mundial para protegerse de «una nueva Shoa». Samuel Pisar –fallecido en 2015– se quedaría seguramente aterrado ante la evolución de su hijo de crianza y del grupo que el propio Blinken ha conformado con su subsecretaria, Victoria Nuland, y con el consejero de seguridad nacional Jacob “Jake” Sullivan.
La OSCE confirma una reanudación de combates en el Donbass. Elementos del ejército ucraniano dirigidos por Estados Unidos, probablemente el batallón Azov, están cañoneando a los separatistas. Los presidentes de las dos Repúblicas Populares proclamadas en el Donbass han llamado sus conciudadanos a la movilización general –en el caso de los hombres de 18 a 55 años– y exhortaron a las mujeres, niños y ancianos que viven cerca de la línea de contacto a buscar refugio en el exterior. Rusia expresó inmediatamente su voluntad de acoger a todos los evacuados. Las diferentes regiones de la Federación Rusa están anunciando, una tras otra, la creación urgente de estructuras para recibirlos. El Estado federal ruso ha decidido asignar a cada refugiado algo de dinero para ayudarlos a instalarse temporalmente.
El Departamento de Estado, que hace semanas conminó los ciudadanos estadounidenses a salir de Ucrania, interpreta ese desplazamiento de los civiles del Donbass como una prueba de que Rusia prepara «el ataque». Las partes hacen interpretaciones opuestas de cualquier nueva información.
Negándose a tomar partido, Israel ha renunciado a instalar para Kiev su sistema antiaéreo “Cúpula de Hierro” frente a los pobladores del Donbass.
El 18 de febrero, el presidente Biden se dirigía a su vicepresidente, Kamala Harris, y a los parlamentarios estadounidenses que representan a Estados Unidos en la Conferencia de Seguridad de Munich. Después convocó nuevamente a sus principales aliados transatlánticos, otra vez por videoconferencia, se jactó de haber retrasado el ataque ruso y acusó a Moscú de persistir en sus planes. Biden volvió a afirmar que todos los miembros de la OTAN estaban listos y que si Rusia pasa a la acción le darán una lección.
El presidente Putin respondió con una demostración de las capacidades de las fuerzas nucleares de la Federación Rusa. Las fuerzas armadas rusas dispararon misiles de alcances diferentes, desde plataformas terrestres, desde un submarino, desde unidades navales de superficie y desde aviones. Todos los misiles portaban cargas convencionales y todos alcanzaron los blancos designados, en presencia de observadores extranjeros, entre los cuales había un oficial estadounidense.
Estados Unidos recurre a las palabras para incrementar la tensión y Rusia responde con actos. En ese sentido, repetimos aquí lo que ya hemos señalado antes: los ejércitos de Estados Unidos son incapaces de librar una guerra de alta intensidad. Pueden destruir fácilmente países del Tercer Mundo –después de haberlos puesto bajo embargo durante al menos 10 años– pero no están preparados para enfrentarse a un ejército moderno. Sus principales aliados –Reino Unido, Francia y Turquía– están en la misma situación.
Por ejemplo, el 16 de febrero, la Comisión de Defensa Nacional y Fuerzas Armadas de la Asamblea Nacional de Francia asistió a la presentación de un informe sobre el lastimoso estado de las fuerzas militares francesas. Los diputados autores del informe observaron que, debido al estado de sus aparatos, la fuerza aérea francesa no resistiría más de 5 días ante una embestida rusa. Por consiguiente, todos los protagonistas deben tenerlo muy claro: la OTAN no está en condiciones de enfrentarse a Rusia y a China en una guerra “de verdad”.
Así que Estados Unidos no logró imponer un ambiente marcial en la conferencia de Munich. Los europeos estaban más bien irritados ante las fuertes presiones de la Casa Blanca. En su intervención, el canciller alemán Scholz habló con voz monocorde y evitando hacer declaraciones comprometedoras. Todos los presentes en la sala sabían que –extrañamente– acaba de reactivarse la investigación sobre un sórdido asunto en el que Scholz se vio implicado durante su mandato como alcalde de Hamburgo. Muchos imaginan que el ahora canciller alemán está sujeto a un chantaje. Y el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, fue centro de todo tipo de atenciones en Munich. El hombre no paraba de pedir ayuda, probablemente más para enfrentar a Washington que frente a Rusia.
Conclusión provisional
Siempre es posible el estallido de un enfrentamiento en Ucrania, en Transnistria o en el Medio Oriente. Pero sigue sin respuesta la pregunta inicial, planteada por Rusia el 17 de diciembre de 2021: ¿Cómo pueden Estados Unidos y la OTAN adaptarse al respeto estricto del Derecho Internacional y al respeto de la palabra dada?
Por primera vez, dos grandes medios alemanes –Der Spiegel y Die Welt– mostraron que Rusia tiene razón cuando reclama que se prohíba la expansión de la OTAN hacia el este basándose en la promesa hecha a los líderes soviéticos [4].
Citando a un reconocido experto en ese tema –el profesor Joshua Shifrinson de la Universidad de Boston–, los importantes diarios alemanes Der Spiegel y Die Welt revelaron la semana pasada la existencia de un documento, con fecha del 6 de marzo de 1991, que acaba de salir de los archivos secretos del Reino Unido. En ese documento, el representante de Alemania declara:
«No podemos proponer a Polonia y a los demás países que se hagan miembros de la OTAN.»
Y el representante de Estados Unidos subraya que la OTAN no va a extenderse hacia el este «ni formal ni informalmente».
Como si eso no bastara, el ex secretario alemán de Estado para la Defensa y ex vicepresidente de la OSCE, Willy Wimmer, abordó la cuestión en una entrevista concedida a la televisora RT, entrevista que inmediatamente se tradujo al inglés y que se difundió en Estados Unidos incluso antes de transmitirse en alemán. En esa entrevista Willy Wimmer recuerda que él participó en las negociaciones y declara que redactó personalmente el Protocolo adicional que prohibía la presencia de tropas de la OTAN en el territorio de la antigua Alemania oriental después de la reunificación alemana [5].
Se plantea entonces la siguiente interrogante:
¿Por qué la administración Biden, aun sin contar con el respaldo de sus aliados, sigue lanzando acusaciones contra Rusia, agravando así el peligro de provocar una deflagración?
Es posible que la investigación iniciada en Estados Unidos por el procurador especial John Durnham sobre las escuchas ilegales de la Casa Blanca venga a precipitar las cosas. Según Fox News, el procurador Durham sospecha que Hillary Clinton espió al presidente Trump en la Casa Blanca, y también en su domicilio privado, interceptando y recogiendo todos sus datos de navegación en internet [6]. Esa operación de espionaje político parece haber sido organizada por el entonces consejero de Hillary Clinton en política exterior, Jake Sullivan, actualmente consejero de seguridad nacional del presidente Joe Biden.
Los datos ilegalmente obtenidos durante esa operación fueron manipulados e utilizados para montar contra Donald Trump el famoso «Rusiagate» y justificar la apertura en el Congreso de un procedimiento de «impeachment» para sacarlo de la Casa Blanca antes del fin de su mandato presidencial.
Fuente: Red Voltaire
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