lunes, 21 de marzo de 2022

Una mirada reivindicativa de la fuerza simbólica que encarna en el imaginario popular

Foto: OPLAS

 Por: Mauricio Vidales

Francia Márquez, presencia real y concreta de la primera línea del Paro Nacional del 2021 en la lucha contra el fascismo criollo



Hace unos cuantos meses, he venido comentando con mis amigas y amigos colombianos, latinoamericanos y europeos vía E-mail o Whats-app, sobre la importancia que le atribuyo a la aparición en el medio político colombiano y sobre todo, como una interesante fuerza alternativa en la izquierda, de una lideresa de los kilates de Francia Márquez.

A riesgo de parecer incauto, con desprevención total me he pronunciado abiertamente a su favor, después de observar y escuchar en múltiples ocasiones sus pronunciamientos públicos, ya que una y otra  vez me continúa seduciendo su voz firme y sabia desde la sencillez, desde la humildad, la valentía y el profundo sentir humano que transmite al hablar con certeza, con fundamentos, dado su conocimiento directo de los graves problemas de inequidad social; de discriminación; de falta de alternativas de vida; de violencia física y psíquica que padecen las inmensas mayorías de la población en nuestras zonas rurales, en las comunidades afrodescendientes, en las comunidades indígenas y el campesinado mestizo y raizal, así como también, la gran mayoría de la  gente en nuestras ciudades en los barrios más humildes y en los cinturones de miseria extrema  que no faltan en ninguna de las capitales de departamento. Pero aún más, debemos decir que todo este dramático cuadro afecta con mayor dureza a la mujer: la opresión y el sometimiento sexual y laboral, que se hace todavía más cruel v con mayor cota de impunidad en las mujeres afrodescendientes o de los pueblos ancestrales del Abya Yala (nombre reconocido por unanimidad por los pueblos ancestrales de nuestro continente, para rebautizar América Latina). Es por eso que nos cautiva y nos anima a exaltar esa profunda empatía que reconocemos con su (nuestro) pueblo, esa autenticidad, esa natural rebeldía que brota de sus palabras sencillas, limpias como el agua del río Ovejas, el que amó desde su infancia al lado de su comunidad „La Toma“ en el municipio de Suárez, al norte del Cauca; que defendió de la minería ilegal arriesgando su propia vida junto a otras valientes compañeras. Francia Márquez nos trae con su palabra airada pero tierna, la voz cantarina de los ríos que descienden por las laderas de las montañas de la Cordillera Occidental de los Andes hacia el Pacífico Colombiano o hacia el Valle del Río Cauca, que se transparenta en cada acto donde su presencia despierta entusiasmo, esperanza, ternura y verraquera.

Después de un amplio recorrido de lucha como lideresa de su comunidad en defensa del medio ambiente que le hizo merecedora del prestigioso premio internacional Goldman (algo así como el Nobel del Medio Ambiente que también han ganado otras dos mujeres colombianas) pero sobre todo, del reconocimiento de su pueblo, al igual que en su condición de defensora de Derechos Humanos aclamada por la juventud, las mujeres y las diversidades de género, Francia Márquez se ha ido ganando el corazón de las mayorías oprimidas del país. Mucho más, cuando el año pasado se lanzó a las calles con nuestra juventud indignada y hasta en plena campaña como pre-candidata presidencial fue la única que se autoproclamó como integrante del movimiento insurreccional urbano más importante de los últimos cincuenta años en Colombia, desde el levantamiento de los estudiantes de la Universidad del Valle en Cali en 1971 y las épicas jornadas del Paro Cívico Nacional de 1977,

Indicados estos antecedentes, resulta que en la reciente consulta interna del Pacto Histórico del pasado domingo 13 de marzo, Francia Márquez alcanzó casi ochocientosmil (800.000) votos „con trampa incluida“ -el país entero se ha dado cuenta de todas las argucias que han ejecutado desde la Registraduría Nacional para impedir el inobjetable triunfo de dicha coalición en las elecciones para el Congreso- por lo que no sería de extrañar que también se descubrieran nuevos indicios de fraude, en las consultas de las coaliciones.

Pero la razón fundamental que anima esta reflexión sería señalar la necesidad de otra lectura política de la coyuntura electoral, que vaya más allá de la tradicional óptica clientelar que pervive no solo en los medios del „cotilleo“ y la especulación de la „politiquería“ en los cafés y las plazas, en las esquinas de barrio, en las tertulias y en los noticieros de la televisión pública y privada, en las emisoras radiales y los periódicos satélites de los centros de poder pero también en los sesudos estudios y pronunciamientos de los expertos politólogos de academia, incluso de izquierda, que no pueden abstraerse en sus análisis y proyecciones del vector clientelar y caciquil del mercadeo y compra de votos a destajo, del tráfico de influencias de los  gamonales. Todo esto, por supuesto es una realidad criminal en las regiones y es un insumo muy importante a la hora de sopesar el impacto del fenómeno clientelar  que implementan sin reparos ni rubor alguno, partidos como el liberal, con el que algunos consideran que es imprescindible „pactar“ para el triunfo electoral,  pero aún así quiero insistir en que más allá de la consideración de estas prácticas delictivas, que a fuerza de ser costumbre inveterada desde hace doscientos años de la creación de nuestra „República“ no se consideran ilegales y que violando los principios de la auténtica democracia (que, al menos en nuestro país, nunca ha existido), siempre han inclinado la balanza en uno u otro sentido, podríamos también arriesgarnos a leer entre líneas bajo otro orden semiótico (lenguaje de los signos) y dado el contexto insurreccional del año anterior, el fenómeno político que significa la irrupción del protagonismo inocultable de Francia Márquez, como la aparición renovadora y decidida de los sectores populares, marginalizados, de los oprimidos hacia la consecución del poder desde las calles hacia las instituciones. Ella es el rostro que irradia esa realidad social que emerge en medio del acartonamiento burgués y las frases de cajón -contadas excepciones como la del mismo Gustavo Petro, que si algo tiene es capacidad argumentativa- que los políticos profesionales desbordan en sus melifluos y exasperantes discursos cargados de falsedad y manipulación de la realidad.

Y es precisamente ese carisma, esa fuerza argumentativa salida de sus entrañas -no dictada por ningún teórico comunicacional ni asesor de imagen- la que toca el corazón de las grandes masas explotadas y vilipendiadas, la que forja esa esperanza en decenas de miles de pobladores, sobre todo jóvenes y mujeres de las barriadas y las favelas de Colombia, las que la apoyaron el pasado domingo, aún sabiendo que solamente era un gesto simbólico pues todavía no podrían siquiera soñar, con ganarle en la consulta a un candidato con tanto favoritismo como Gustavo Petro, pero sin embargo, no consideraron inútil su elección, porque estaban sembrando la semilla de lo que puede ser una explosión impredecible, multitudinaria, si es nombrada como fórmula vicepresidencial, pues esos casi 800.000 votos, si no fueron más, podrían multiplicarse por dos, por tres o quien sabe por cuál dígito, porque esas masas enardecidas al saberse reconocidas en su elección, podrían irradiar esa esperanza a los millones de escépticos -con toda razón- de la vía electoral como medio de solucionar las aberrantes condiciones de desigualdad de nuestra sociedad. Porque si fuera de otra manera, el abstencionismo no habría permanecido inmutable tanto tiempo en nuestro panorama electoral, porque el pueblo colombiano en su gran mayoría no cree en los políticos tradicionales. Es decir, la abstención en Colombia no se da por razones políticas propiamente, que tendrían asidero en el anarquismo europeo heredero de Bakunin o de Durruti en Espanya, sino en un simple y llano desprecio elemental por la clase política que se ha ganado „a pulso“ su  propio desprestigio. Pero por otro lado, dentro de esas minorías que votan, porque hay que decirlo claro, no alcanzan el 50% del censo electoral, también „parasita“ un amplio porcentaje de ellas entre los nichos clientelistas regionales que son la matriz reproductora de la corrupción y del asentamiento de mafias locales a todos los niveles.

Sin embargo, dentro de esa población que acude a las urnas, algunos reducidos sectores sociales que todavía ostentan unos mínimos escrúpulos éticos, se han mantenido al margen de esas „maquinarias clientelares“ y tal es el caso de una reducida parte de las bases del partido liberal con tendencia reformista línea López Pumarejo, que el candidato Gustavo Petro ha logrado despertarles su nostalgia del „glorioso pasado“ del que se ufanan y otro sector un poquito más a la izquierda, el gaitanista que no ha muerto pero que no cuenta con un movimiento definido ni un líder reconocido, aunque a pesar de todo, persiste en seres anónimos, herederos casi que inconscientes de esa memoria del gran „caudillo liberal“ asesinado, que ya están acompañando al Pacto Histórico y no han necesitado pedirle permiso al supuesto jefe máximo del decadente partido liberal, el ex presidente César Gaviria Trujillo, con el que Gustavo Petro ya tuvo acercamientos, que no dejaron de despertar bastante malestar entre los simpatizantes situados más a la izquierda del espectro ideológico que abarca el llamado Pacto Histórico, entre otras cosas, porque en mi opinión particular, me parece que ese gesto muestra en el fondo, una visión en extremo „conciliadora“ con el enemigo, porque es precisamente César Gaviria el primero que empezó a conspirar contra la Constitución de 1991 que es una de las banderas que con más ahínco defiende Gustavo Petro como ejemplo de un gran „pacto nacional“ ya que se hizo entre el M19 (movimiento guerrillero al cual perteneció el candidato presidencial) el Partido liberal y el Partido conservador, bajo la presidencia del señor Gaviria. Y cuál fue la política económica central durante el mandato del citado ex presidente? Implementar la famosa „apertura económica“ es decir, el inicio concreto del neoliberalismo en Colombia que arruinó al campesinado y por otro lado, su gobierno también se caracterizó por el incremento del paramilitarismo, pues fue en este período donde se crean las Convivir en el año 1994, que seguidamente impulsó y reforzó Álvaro Uribe Vélez como Gobernador de Antioquía entre 1995 y 1997. Con esas referencias parece descabellado pactar con el enemigo y aunque a pesar de evidencias tan graves y contradictorias, se considerara solamente el caudal de votos de sus caciques más „leales“, que  podría ser de unos dos millones aproximadamente, sería más el riesgo que se correría, porque a la hora de votar las reformas necesarias que se plantean desde el Pacto Histórico empezarían a poner „palos en la rueda“ y a colgar „micos“ en las leyes como es su tradición „leguleya“ y por otro lado, desde el frío y mezquino cálculo de votos, podría derivar en una verdadera hecatombe, pues sobre todo la juventud que enfrentó heroicamente el terrorismo de Estado durante el pasado paro nacional durante tres meses con un centenar de asesinatos, miles de violaciones a los DDHH, desapariciones y lesiones personales incontables, se indignaría con toda la justa razón y por el contrario, esta alianza incentivaría aún más el abstencionismo sobre todo en las juventudes marginadas. Por el contrario, si el Pacto Histórico se muestra de verdad como una auténtica alternativa de cambio debería ratificar el cumplimiento de la palabra del acuerdo que se hizo como colectividad, que sería reconocer a la persona de la coalición con la segunda votación mayoritaria en la consulta interna, como la fórmula vicepresidencial -mucho más ahora que el propio Gustavo Petro propone darle otra dimensión a dicho cargo, como lo afirmó en un debate público, al integrarlo al gabinete ministerial con funciones de alto rango- lo que le daría más prestigio a la coalición y al propio Gustavo Petro y constituiría simbólicamente un mensaje directo a las inmensas mayorías oprimidas de la nación a las que Francia representa por derecho propio, lo que reafirmaría el compromiso del Pacto Histórico con ellas, como debe ser y no, con las élites de poder. Es decir, un „Pacto“ de verdad con las gentes más necesitadas, con los que sufren la exclusión, la marginalidad, la explotación, el despojo, el desplazamiento; con las víctimas del terrorismo de Estado que desde tiempos inmemoriales se ha cebado con nuestro pueblo. Lo contrario, sería menospreciar la inteligencia del pueblo, ofenderlo al someterlo a negociaciones que repiten el mismo esquema representativo de dominación, o para decirlo en términos bien populares como los que expresa Francia Márquez, todo quedaría reducido a „una mera cuestión de politiquería“.

Hamburgo, Alemania,18 de marzo de 2022

Fuente: Rebelión

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