sábado, 19 de noviembre de 2016

La economía social y solidaria ya no tiene miedo de crecer

 Isidro Jiménez Gómez


“De la misma forma que en estos últimos años hay una ciudadanía que exige más democracia, también hay cada vez más personas que buscan otras formas de relacionarse, justamente para evitar ese mal vivir que ha terminado provocando el capitalismo individualista y consumista”.



El II Congreso de la Economía Social y Solidaria que se acaba de celebrar en Bilbao, España, sirve para profundizar en la escalabilidad de este modelo de producción y consumo.


Si nos unimos, ¿la suma será sólo la suma de nuestros proyectos o será algo más? En aquellos espacios donde se encuentran y saludan proyectos de la economía social y solidaria suele sobrevolar una pregunta por el estilo, y así ha ocurrido en el II Congreso de la economía social y solidaria que se acaba de celebrar en Bilbao, sólo que esta vez la pregunta era explícita y ocupaba nada más y nada menos que todo un eje de trabajo.


Han participado proyectos que transitan entre la empresa y el consumidor en una gran variedad de áreas, y lo que está en juego es, nada más y nada menos, que la posibilidad de crecer para romper los obstáculos que impiden que la economía social y solidaria llegue a una gran mayoría de la población.


Intercooperación


Susana Ortega, al frente de la Comisión de Mercados Sociales de REAS, considera que hablar de crecimiento en la economía solidaria es hablar, en primer lugar, de intercooperación, un concepto que viene inscrito en el propio nombre de la Red de Redes de la Economía Alternativa y Solidaria (REAS).


Otra red empresarial, SANNAS, parte de un concepto cercano, una redefinición de la idea de sociedad donde la mutua cooperación se enfoca a los fines de la vida: “De aquí nuestra creencia en que la sociedad lleva implícita la lógica de la colaboración y del consenso”, dicen.


También Isabel Álvarez, del sindicato agrario EHNE-Bizkaia, cree que el grado de compromiso en este tipo de proyectos “era antes una línea roja y el tiempo ha demostrado que se pueden encontrar otras fórmulas de compromiso”. Sin embargo, añade, nunca debemos olvidarnos de los objetivos de todo esto: “Buscamos una transformación del modelo de producción y consumo. Eso tiene que seguir estando claro”.


EHNE-Bizkaia terminó de poner en funcionamiento hace diez años una red campesina que provee de alimentos agroecológicos a consumidoras y consumidores sensibilizados con sus criterios laborales y medioambientales.


Apoyo mutuo


Por ello, algunos de los principales agentes de la economía social y solidaria, como REAS o los distintos mercados sociales territoriales, ponen la intercooperación encima de la mesa incluso a la hora de comunicar con el consumidor final.


La estrategia de EHNE-Bizkaia para llegar a los consumidores no fue hablarles de soberanía alimentaria, a pesar de que es uno de los ejes temáticos que trabajan, sino del apoyo mutuo entre campesinado y consumidores: “Es de nuevo una estrategia política”, explica Álvarez.


“Quizás es un error no aprovechar algunos temas con éxito hoy en la alimentación, como la salud, pero cuando empezamos queríamos generar un cambio de hábitos y no una moda. Ahora es verdad que se debate cómo crecer con nuevos discursos y, a la vez, ser capaces de no perder los principios. Por ejemplo, tenemos que ser capaces de hablar de marketing y dejarnos ya de palabras prohibidas. Pero, a la vez, no podemos crecer y que haya gente que se quede por el camino, como suele ocurrir en el caso de las mujeres, en muchos casos víctimas del crecimiento. El crecimiento que queremos tiene que incorporar los cuidados”.


Fernando Sabín, del Consejo Rector del Mercado Social de Madrid, considera que algunas de las tendencias con las que se enfrenta un crecimiento entre públicos no tan sensibilizados no es sólo una cuestión de moda: “De la misma forma que en estos últimos años hay una ciudadanía que exige más democracia, también hay cada vez más personas que buscan otras formas de relacionarse, justamente para evitar ese mal vivir que ha terminado provocando el capitalismo individualista y consumista”.


Aunque la economía social y solidaria nutre cada vez más su comunicación con esos imaginarios positivos asociados a lo ecológico y lo sostenible en la opinión pública, las resistencias a hablar de transformación en términos individualistas son bastante claras.


Al consumidor se le suele hablar de ganancia mutua y de beneficios, pero beneficios por participar en la red. Iñaki Alonso cree que, aunque todavía hay poca cultura de la economía participativa, las consumidoras y los consumidores terminan cumpliendo un papel más importante del que parece. “Por ejemplo –cuenta–, nuestra empresa propone a los clientes el uso de pinturas ecológicas y, como antes no se comercializaba ese tipo de pinturas aquí, las teníamos que traer de fuera. Pues bien, ahora ya no hace falta traerlas de fuera, porque la gente ya las pide”.

En ese sentido, tanto SANNAS como EHNE-Bizkaia creen fundamental la conexión entre sus proyectos y el mercado social de su territorio, espacio donde el consumidor pasa a ser un nodo clave de la red.


“Vamos ya a salir a las calles –decía Susana Ortega en la lectura del manifiesto del II Congreso de la Economía Social y Solidaria de Bilbao– y a seducir al gran público con nuestros productos y servicios de la economía social y solidaria”. Así que hay que resolver muchas dudas sobre la viabilidad operativa de las estructuras, el mantenimiento de los criterios, la ruptura de los techos, aunque sean de cristal..., pero queda claro que la economía solidaria ya no tiene miedo a crecer.


Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?La-economia-social-y-solidaria-ya


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219356




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