jueves, 6 de octubre de 2016

Ante la angustia presente

Rodrigo López Oviedo


Los culpables de los resultados del plebiscito en buena parte están en los dirigentes nacionales y regionales de los partidos políticos. Cuán distinta fue la actuación de casi todos  ellos en esta campaña, comparada con la que suelen desplegar en los debates en que estén en juego, no los destinos de la patria, sino las curules, los puestos, los contratos y demás canonjías derivadas del poder, que son las que se juegan, normalmente, en las elecciones de carácter rutinario.



De este señalamiento no escapan tampoco los directorios abanderados del NO, y esto explica que la abstención haya llegado al 60 por ciento, pese a la importancia del tema. Sin embargo, en este caso la culpa fue menor, y la actividad que desplegaron, sumada a la difusión parcializada y distorsionada que hicieron de los acuerdos, dio para que fueran ellos quienes entonaran las hurras de la victoria. 

 
Lo que viene ahora es ver cómo resolver el problema de unos acuerdos que comprometen al Gobierno y a las FARC, y a los que la mitad del electorado les dijo NO en un plebiscito en el que faltó lo fundamental: conocimiento de los electores de lo que iban a votar.


Pero la búsqueda de soluciones debe emprenderse con total sinceridad; y por eso preocupan los constantes cambios de lenguaje en que vienen incurriendo algunos partidarios del NO, los cuales han sido tan audaces en el maquillaje de sus discursos que pasaron del rechazo más absoluto de los diálogos a la supuesta búsqueda de caminos que permitieran “mejorar” los acuerdos, para luego devolverse de esta posición a la de antes.


En esas anda el uribismo, que así como dice una cosa dice otra, y que si ayer hablaba de que su NO no era contra la paz, sino para mejorar los acuerdos, hoy le presenta a Santos un memorial en el que desconoce aspectos tan importantes como el régimen sancionatorio, los tribunales especiales, la representación parlamentaria y la política de tierras; es decir, que prácticamente desecha en su integridad el contenido de esos acuerdos, lo cual conduciría, de hacérsele caso, a que tuviera que reiniciarse el proceso de diálogos.


Que estamos viviendo un momento de angustiosa espera, no hay que negarlo. Pero tampoco puede ser solo de espera. Necesitamos reponernos del fracasado intento de la refrendación, y esto no puede lograrse por vías distintas a la de la movilización ciudadana. Es la oportunidad para que los directorios políticos que han dicho estar comprometidos con la paz lo demuestren; pero también para que las organizaciones populares se vuelquen a buscar en las calles lo que no se logró en las urnas.






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