lunes, 3 de octubre de 2016

Hay que defender el Acuerdo firmado por las Farc-EP y el Gobierno. Análisis político

Luis Alfonso Mena S.


Luego de lo ocurrido el 2 de octubre en el plebiscito y el triunfo estrechísimo del no, el deber de las fuerzas alternativas que promovieron el respaldo decidido a la paz debe ser defender los acuerdos de La Habana.



El empate técnico entre el Sí y el No (49,78% frente a 50,21%, respectivamente) no legitima a la oposición de extrema derecha que quiere la guerra, aunque políticamente ha propinado un golpe a las esperanzas de un nuevo país.


El pueblo colombiano que respaldó la paz debe atraer a esos más de 22 millones de potenciales votantes que no fueron a las urnas (pues el censo electoral es de casi 35 millones de personas y solo sufragaron trece millones) y salir a defender más de cuatro años de conversaciones, más de cuatro años de lucha por la paz, más de cuatro años de esfuerzos por la reconciliación.


La bofetada dada por un sector de los votantes a la comunidad internacional y a su propio destino no puede desanimar a los colombianos. La solidez de las sociedades se mide en los momentos difíciles, en las crisis.


Hay que levantarse. Luchar. Insistir. Porque, en medio de todas las vicisitudes y de los resultados, la lucha por la paz tiene la razón y la verdad la acompaña.


Quienes con odio, engaños, mentiras, montajes, falacias obtuvieron un triunfo pírrico hicieron que el país diera un salto al vacío.


Los 53.894 votos de diferencia entre el No de los opositores frente a los defensores del Sí a la paz (6.431.376 ante 6.377.482, respectivamente) no les dan derecho a celebrar. Hicieron retroceder políticamente al país por lo menos 30 años.


Mandaron por la borda una esperanza. Colombia demostró que es una sociedad feudal, conservadora. La extrema derecha se burló de las víctimas del conflicto, las revictimizó.


Pero, no hay que desmayar. Como dijera Salvador Allende, más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas para que entre el hombre libre. Y agregaríamos, para que construya, por fin, la paz en Colombia.


Una asamblea nacional constituyente como mecanismo para la defensa de lo acordado empieza a sonar de nuevo, como ocurrió en el principio de las conversaciones entre las Farc-EP y el Gobierno Nacional. Habrá que esperar a que las aguas se decanten.


Ya vendrán los balances detallados. Por ahora, simplemente dejemos constancia de que lo ocurrido fue, por decir lo menos, un infame acto de irresponsabilidad con el futuro de una sociedad.


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