jueves, 7 de julio de 2022

De las tablas al Gobierno

Homenaje del maestro Calarcá a la nueva ministra de Cultura

Patricia Ariza fue designada por el presidente electo Gustavo Petro como nueva ministra de Cultura. En entrevista con VOZ dice que esta institución debe propiciar la paz, la convivencia y la no estigmatización. Además, que debe haber programas para luchar contra el racismo, la homofobia y eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres. “…hay que desengatillar la guerra del imaginario de la gente”



Carolina Tejada
@carolltejada

“Hoy volví a llorar de felicidad cuando vi que la maestra Patricia Ariza había sido nombrada Ministra de Cultura” “…Su nombramiento es garantía de que el cambio político se hará en el contexto de una revolución cultural”. “Patricia Ariza representa la lucha por las libertades creativas y por la cultura de paz en Colombia”. Estas fueron algunas de las reacciones en redes sociales luego de que el pasado lunes 4 de julio, el nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, anunciara la designación de Patricia Ariza como la nueva Ministra de Cultura.

¿Quién es Patricia Ariza?

Nació en la Colombia rural del año de 1945, en Vélez, Santander, en un país “aldeano donde la mayoría de la gente vivía en el campo, a partir de ahí, entre el 48 al 60 la población se transforma, además de la violencia, se funda la guerra, otra guerra de las guerras que nos asisten” afirma ella.

Se puede decir que, desde su nacimiento hasta el día de hoy, la vida de Patricia estuvo marcada por la huella de la guerra a la cual le respondió, desde su juventud, en la que estuvo vinculada al movimiento nadaista liderado por Gonzalo Arango, con irreverencia y crítica social, con una visión profundamente humana sobre la necesidad de la paz. Desde el arte, le puso las tildes a su compromiso colectivo de transformar esa realidad con lo que mejor aprendió hacer: el teatro.

Cuando entró a la Universidad Nacional, según la misma Patricia, “entré a Artes, pero yo iba a clases de filosofía, yo era totalmente diletante, ni siquiera sabía que era lo que quería estudiar y una estudiante me dijo, hay un profesor que se llama Santiago García que está montando una obra de teatro que se llama Galileo Galilei y necesitan actores extras. Entonces hablé con Santiago García”. Y, aunque llegó tarde a la repartición de papeles, Santiago le dio la tarea de tomar nota del montaje, allí iniciaría una vida ligada al teatro.

Para ella, el maestro Santiago, era “una belleza de persona, un hombre increíble, de rupturas. Él todo lo que construía era capaz siempre de sacarlo de la zona de confort. Eso es ser un artista”. Además de construir con el maestro varios de los proyectos que pasarían a la historia del arte en Colombia, él se convirtió en su compañero sentimental por años y de ese amor surgió su hija.

Uno de esos proyectos fue la construcción del teatro independiente, “en este país no había teatros independientes, entonces hicimos unos bonos para vendérselos a la gente para conseguir plata para alquilar una casa y hacer teatro en esa casa”, cuenta en una entrevista: Patricia Ariza: una vida polifónica, “esto era un potrero enorme, lleno de maleza, y mira en lo que se convirtió”, recordando cómo surgió el Teatro de la Candelaria.

La artista es Doctora Honoris Causa del Instituto Superior de Arte de Cuba, es cofundadora de la Casa de la Cultura, hoy Teatro la Candelaria, fundadora de la Corporación Colombiana de Teatro y de varios grupos de teatro, entre ellos el grupo Rapsoda Teatro, autora de varios libros y coautora de las obras de creación colectiva del grupo La Candelaria: Ciudad Dorada (Mención Premio Casa de las Américas); Guadalupe Años Sin Cuenta (Premio Casa de las Américas); Los diez días que estremecieron al mundo” (Premio Casa de las Américas); Golpe de Suerte; El Paso, Parábola del Camino; En la raya; De caos & deca caos. Nayra, A título personal, A manteles, Soma Mnemosine, Camilo.

Además de dirigir más de 10 Festivales Nacionales de Teatro, y el Festival Juvenil de Cultura Popular, ser consultora para la ONU, e integrante de la Comisión Accidental de Cultura con el Senado de la República 1.988, entre múltiples homenajes y premios.

Desde muy joven, Patricia Ariza ha estado activa en los movimientos culturales. Foto archivo


Creación colectiva para el pueblo

“Como que ninguna obra que leíamos nos satisfacía y decidimos hacer una obra nosotros, y ahí descubrimos que se podía crear una obra entre todos, descubrimos la creación colectiva”. Una filosofía del comprender la función del arte y de la creación con el otro y la otra, “es una metodología interesantísima, verdaderamente revolucionaria porque transforma la jerarquía tradicional del teatro donde hay un director o un productor que es el que manda, es el que decide y es el que de alguna manera los actores no son totalmente sujetos o sujetas de la escena. En cambio, en la creación colectiva eso es una revolución”, afirma.

Este paso lo denominó como el “florecimiento del teatro colombiano”. Una revolución artística que se llevó a varios lugares del país, a los territorios más apartados, a los barrios más olvidados y de la mano con las personas más desamparadas, producto de la exclusión y de la violencia.

En la época de los 80s, el movimiento cultural en Colombia, en particular el teatro, alrededor del “Nuevo teatro”, se conectó con el país entero. “La Corporación tenía muchísimos grupos afiliados y hacíamos el Festival Nacional del Nuevo Teatro Colombiano. Era un festival donde venían grupos de todos los rincones del país a Bogotá, se preparaba con unas muestras regionales muy importantes.

“Era un movimiento enorme, no solo cuantitativo sino cualitativo, porque era un movimiento que reflexionaba sobre su práctica. Surgieron obras muy importantes como Guadalupe años sin cuenta, grupos muy importantes como el Teatro Experimental de Cali, que pasó de ser un grupo institucional a grupo independiente”, le contó a Óscar Sotelo en una entrevista.

Había que hacer gestión cultural y había que hacer teatro independiente y, cuando se demostraba que era viable, recuerda ella, “la gente empezó a conseguir casas viejas, a hacer teatros, casi todas las salas son casas viejas en las que el solar, en la parte de atrás, se le han construido galpones, teatros. No estábamos solos y eso llegó a ser muy poderoso en Colombia, se armó el movimiento del nuevo teatro colombiano, pero como pasa en este país con todo, pues quedó la represión y fue muy duro”.

El teatro es el teatro, dice.  Y son los artistas; “con su actitud, con sus obras frente a la vida” escogen el público, “entonces nosotros le debemos mucho al público popular, La Candelaria nació allí, nació con el público de Provivienda, en el barrio olicarpa, nació también con un convenio con las centrales obreras, por primera vez en Colombia empezaron a ir obreros, trabajadores al teatro, la gente que no tenía ninguna posibilidad de acceder a él (por los costos), porque nosotros fuimos a esos lugares”.

Así como esa construcción colectiva llegó a la gente de a pie, así mismo, en medio del auge artístico y cultural, se materializó también, “una subida enorme de la cultura en la política, que fue brutalmente golpeada. No solo se golpeó al movimiento político UP, sino también al movimiento cultural de manera brutal, y eso no se reconoce, no se dice”.

Entre el arte y la construcción de paz

Desde el arte articuló su trabajo con la población desplazada por la violencia en varias localidades de Bogotá, también con la Juventud Comunista, militando junto a Jaime Caycedo Turriago, Francisco Martínez, Lisandro Duque, entre otros. En la década de los 80 hizo parte del Comité Central del Partido Comunista Colombiano, y fue una de las fundadoras de la Unión Patriótica. En un diálogo con Patricia, recién nombrada en la coordinación de la mesa de empalme del nuevo gobierno, recordaba, junto a Jaime Caycedo, algunas experiencias de su trabajo por la paz. Decía que había pasado por tres procesos de paz, uno de ellos que recuerda con mucha emoción es el de la época de Belisario Betancur.

Patricia, junto a otros exponentes del gremio artístico, lideró la propuesta de “100 artistas por la paz”. “Recuerdo que fue un momento impresionante. A Belisario le sacamos un avión Hércules y nos fuimos con 100 artistas al Caquetá para realizar una jornada de “artistas por la paz”. Fue un momento en el que se movilizó a todo el país, pintando palomas a lo largo y ancho de Colombia y promoviendo los diálogos de paz. Un momento en el que la Unión Patriótica, su partido, se consolidó como un sector muy representativo de la intelectualidad y de las artes. Grandes artistas de las letras, las artes plásticas y del teatro estuvimos allí”, por eso tomaron la iniciativa de “hacer algunas jornadas en los lugares de mayor conflicto social y armado, por ejemplo, el del Caquetá donde hicimos una excepcional movilización”.

Después de volver del Caquetá, fue muy difícil, según ella muchos de sus compañeros y compañeras, estuvieron amenazadas. Y, “eso sería lo de menos, si no hubiese estado rodeada por la masacre, por el genocidio. Fue una cosa brutal”. Patricia, vivió en carne propia el genocidio político contra la Unión Patriótica. “Casi nadie mide el daño afectivo y psicológico que nos quedó a quienes sobrevivimos. Los encuentros casi que siempre eran en los cementerios, cada semana o a veces dos veces por semana, enterrando compañeros o en la casa de alguna víctima de este momento brutal. No nos alcanzará la vida para reponernos de eso. Fue un daño profundo en la cultura, en la política. Para el país es una herida que Colombia tiene que reparar de alguna manera”.

De allí el texto que escribió el poeta uruguayo Eduardo Galeano, en su libro los abrazos, el cual hace parte de una anécdota; la del chaleco antibalas para su seguridad personal. Ella, en medio de la violencia política viajó a La Habana “como jurado del premio Casa de las Américas en medio de una situación paradójica, pues cuando me fui, allanaron mi casa, el Teatro La Candelaria y la Corporación Colombiana de Teatro, entonces allá me pidieron los compañeros y compañeras que me quedara en Cuba. Realmente lo pensé y sí me quedé un tiempo”, tres meses fue su estancia en Cuba.

Y, en medio de esa estancia, recuerda que “Eduardo Galeano, fue nombrado por todos los miembros del jurado para que hablara conmigo y me convenciera de que me quedará en Cuba un par de años, porque la noticia del genocidio era de calado mundial. En esa conversación yo le conté la historia del chaleco, de las chaquiras y de Julio Cañón” Cuando regreso a Colombia “me acuerdo que al bajarme del avión me puse un chaleco y directo para el cementerio”. Tiempo después leería la Crónica de la Ciudad de Bogotá, escrita por Galeano:

“Cuando el telón caía, al fin de cada noche, Patricia Ariza, marcada para morir, cerraba los ojos. En silencio agradecía los aplausos del público y también agradecía otro día de vida burlado a la muerte (…) Ella andaba con chaleco antibalas por las calles de Bogotá. No había más remedio; pero el chaleco era triste y feo. Un día, Patricia le cosió unas cuantas lentejuelas, y otro día le bordó unas flores de colores, flores bajando como en lluvia sobre los pechos, y así el chaleco fue por ella alegrado y alindado…”

Al recibir el Premio Nacional de Cultura, 2019, Patricia leyó: “Me enrolé en el teatro y en el activismo político desde donde he logrado con dificultad tratar de seguir entendiendo este país que nos tocó en el mapa. De la política tengo un duelo insondable, soy sobreviviente de la Unión Patriótica y perdí más de 4.000 compañeros, no es un duelo personal, es una herida nacional que solo se comenzará a sanar con la paz (…) mi obsesión ha sido la paz (…) he buscado y busco de manera incesante y a veces infructuosa que la paz se ponga en el corazón de la gente y en el alma de la nación, daría mi vida por esa causa, pero hay muchos palos en las ruedas, muchos enemigos, espero que suceda el milagro y estoy segura que sucederá”.

Patricia Ariza, creadora del Festival de Mujeres en Escena por la Paz

Su nombramiento: Honor a la justicia

Tras el anuncio de Petro, el poeta Fernando Rendón, escribió: “La designación de la dramaturga, actriz y poeta Patricia Ariza como Ministra de Cultura, que acaba de comunicar al país el presidente Gustavo Petro, es una gran noticia para Colombia, que hace justicia a una protagonista del arte, cofundadora del grupo de Teatro La Candelaria, militante histórica del Partido Comunista y de la Unión Patriótica y comprometida representante del movimiento nacional de víctimas, que soportó privaciones, persecución y hostilidad de diversos gobiernos”.

En la primera entrevista para VOZ, Patricia contó: “Recibí la noticia de parte del presidente, por un lado, con mucha emoción porque es un reconocimiento también al trabajo de los y las artistas a través de mi persona, y lo recibo como una responsabilidad enorme. Y, por supuesto me puse muy nerviosa porque era algo que no esperaba, ni tampoco algo que yo aspiraba”. Ella, se siente representando “el sector de los artistas, de los creadores y también de la cultura popular. Eso me hace sentir muy orgullosa de mi gremio, del movimiento cultural y por supuesto es una responsabilidad enorme, eso es lo que he sentido”.

Este reconocimiento a su trabajo, también es un acto de justicia a la memoria de Manuel Cepeda, su amigo y compañero de la UP, quién fue asesinado en agosto de 1994, cuando ejercía como representante a la Cámara en el congreso. “Manuel Cepeda fue quien ideó el Ministerio de Cultura. De alguna manera que yo esté ahí es como una justicia poética. Recuerdo mucho a Manuel, él conversó en varias ocasiones conmigo sobre la creación del ministerio, hay que tener memoria y desde este cargo le rindo homenaje a esta iniciativa que tuvo Manuel Cepeda”.

Para la nueva ministra, este espacio “es una institución necesaria e importante para el país, es el acumulado de las peticiones de los artistas y de los creadores como la cultura de concertación, el sistema de bibliotecas. Pero también tiene otras cosas que sería interesante revisarlas; es necesario un mayor diálogo con los artistas, con las artistas, con los creadores de todos los lugares del país”.

Y, sin lugar a dudas, afirma, “es necesario mejorar el presupuesto para la cultura. En eso estamos, hoy empezamos el empalme, yo necesito comprender a fondo la estructura del ministerio, cuales son las cosas que se deben cambiar, cuales mejorar, cuales son las nuevas propuestas del cambio porque este es el gobierno del cambio. Nos interesa que la cultura llegue a todas partes y reconocer el trabajo de los y las artistas populares de las regiones olvidadas de Colombia y que estas personas, por ejemplo, se vuelvan maestros de los colegios”.

Desde el ministerio le interesa fortalecer la identidad nacional, “esos son tesoros verdaderos que tiene Colombia, las mujeres cantadoras, por ejemplo, y por otro lado trabajar con la gente que se ha jugado la vida por el arte, que nos han enseñado mucho de este país desde sus saberes y desde su creatividad. Para mí es muy importante, así como el presidente Petro habla de una sociedad del conocimiento, hay que pensar primero una sociedad del conocimiento sensible desde el arte y la cultura”.

Para ella, es prioridad una sociedad de creadores y creadoras: “tenemos que desarrollar el sentimiento de la creatividad en todo, la creatividad en la política, en el arte, para que seamos capaces de crear también nuestro propio destino. En la cultura hay una mirada muy colonialista, se cree que la cultura es todo lo que viene de Europa o Estados Unidos, por supuesto hay cosas extraordinarias de las que tenemos que aprender, pero tenemos mucho que aprender de nuestra cultura, comprender las expresiones culturales de las comunidades indígenas, afrodescendientes, y tenemos que valorarlas de la manera más profunda”.

Y, por, sobre todo, y siendo consecuente con su historia y la de los y las artistas que le apostaron a la paz, este será “Un ministerio de la cultura para la paz, para la convivencia y para la no estigmatización, tiene que haber un programa para tratar desde la cultura de luchar contra el racismo, contra la homofobia, contra todas las formas de violencia contra las mujeres porque eso también es un problema cultural, y hay que desengatillar la guerra del imaginario de la gente. Todo lo que se pueda hacer desde el Ministerio de Cultura lo haremos”.

Se puede decir, como diría la misma Patricia Ariza en su poema: Costura, que llegó la hora, desde el más alto cargo de la cultura, de “Coser y planchar sus banderas”.

Fuente: Semanario Voz

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