La Habana.- El arte de la mexicana Frida Kahlo, nacida un día como un 6 de julio de 1907 en Coyoacán, resultaba un reflejo de su propia existencia, de ahí la confluencia de símbolos, catarsis, salvación e identidad.
Desde el autorretrato, naturaleza viva y nacionalismo hasta su propia representación de la mujer moderna, la creadora del país azteca intervino en tres exposiciones en Nueva York, Estados Unidos; en París, Francia, y en su tierra natal, donde mereció el Premio Nacional de Pintura.
“Una amiga cuestionaba continuamente mi fascinación por una figura con un alma tan atormentada. Mi respuesta aludía siempre al magnetismo que deslumbra a muchos: la perseverancia en ser feliz, pese a todo daño físico y emocional”, expresó a Prensa Latina Sandra García, especialista de la Galería Galiano.
La licenciada en Historia del Arte en la Universidad de La Habana reconoció, asimismo, que, entre la multiplicidad de análisis formales y escrutinios profundos a su imagenería y estilo, olvidamos el eje testimonial de su obra, y advirtió cómo, sin pretensiones académicas, sus cuadros resultan un diario de sus días.
“La vemos actualmente en diversidad de accesorios, reinterpretada hasta el cansancio por el universo artístico mundial y visibilizada como equívoco ícono feministas. Me quedo con su frase de vivir la vida, como escribiera sobre un melón en una de sus últimas piezas”, significó.
IRREVERENTE Y LIBERTINA
En entrevista exclusiva con Prensa Latina, el historiador y crítico de arte cubano Rafael Acosta de Arriba consideró que la personalidad de la artista, una de las más reconocidas en el continente, fue compleja, a veces recogida, exuberante, llena de pasión, sufrimientos físicos y morales, auténtica y serena.
“De sus creaciones afirmó el ensayista francés André Breton que eran una cinta de seda alrededor de una bomba. La obra pictórica de esa bella mujer es única e irrepetible, enigmática, fascinante, onírica, inquietante y que supera cualquier clasificación”, reconoció el académico.
Su propia existencia determina la proliferación de numerosas leyendas en la nación azteca, la aparición velada o directa en diversidad de producciones audiovisuales e, incluso, polémicas respecto a su acercamiento y desarrollo a la creación pictórica y su convulsa relación con el muralista Diego Rivera.
El también director de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí de La Habana resaltó su experticia como retratista y “se cuenta que el pintor y escultor español Pablo Picasso afirmó que ni él, ni Derian (André), ni el propio Rivera podían pintar los rostros como ella”.
Uno de sus homenajes públicos más relevantes lo constituye un libro que compendia los bocetos de obras conocidas y elogiadas, dibujos dispersos por el mundo, retratos para sus amigos o trazos de introspección, evidencias de una Kahlo íntima, misteriosa y profunda.
Si bien su arte responde a periodos descritos por el academicismo o la espontaneidad como naíf, moderno, surrealista, realismo mágico, naturalista, simbólico, de realismo social o cubista, la selección de esbozos también resulta un reflejo de sus pensamientos, cual pasajes de un diario descriptivo.
El volumen rescata una treintena de bosquejos de los más de 200 de los que, al parecer, existen en el mundo, compendiados en pinacotecas y colecciones privadas e incluye diseños, retratos y autorretratos de la artista, peculiar por sus cejas pegadas, el moño trenzado y el vestuario colorido.
“Su vida fue irreverente, espontánea, libertina, atenazada y marcada por el sufrimiento perenne. Producto de un accidente que le destrozó la columna vertebral en su juventud y la llenó de dolores e inmovilidad, se ensimismó en su arte autodidacta e íntimo, pero espléndido” aseveró Acosta de Arriba.
Aunque Rivera fue el más popular entre los dos durante las primeras décadas del siglo XX, tras la muerte de ambos en los años ´50, la pintora mexicana emergió como una figura emblemática de las tradiciones e idiosincrasia en su país, al punto que su rostro adorna bolsos, joyas, tapices y espacios culturales.
“El ensayista mexicano Octavio Paz expresó de su obra que era pura poesía explosiva, una frase que, en boca de aquel poeta, es de una gran connotación. Ella fue admirada también por otros gigantes de la pintura y la cultura de su tiempo como Vasili Kandinsky y Marcel Duchamp”, señaló.
La única objeción sobre Frida del investigador cubano radica en la retractación que realizó sobre su relación con León Trotski, del que renegó no solo sobre su persona, sino además de sus ideas, después de una gran amistad e, incluso, de una intimidad amorosa.
No obstante, indicó, “fue una artista excepcional y su obra quedará para la posteridad como un legado de misterioso embrujo, surrealista, visceral y angustioso, pero pleno de belleza”. Prueba de ello son sus cuadros: Las dos Fridas, Unos cuantos piquetitos y Diego en mi pensamiento.
Fuente: Prensa Latina
Desde el autorretrato, naturaleza viva y nacionalismo hasta su propia representación de la mujer moderna, la creadora del país azteca intervino en tres exposiciones en Nueva York, Estados Unidos; en París, Francia, y en su tierra natal, donde mereció el Premio Nacional de Pintura.
“Una amiga cuestionaba continuamente mi fascinación por una figura con un alma tan atormentada. Mi respuesta aludía siempre al magnetismo que deslumbra a muchos: la perseverancia en ser feliz, pese a todo daño físico y emocional”, expresó a Prensa Latina Sandra García, especialista de la Galería Galiano.
La licenciada en Historia del Arte en la Universidad de La Habana reconoció, asimismo, que, entre la multiplicidad de análisis formales y escrutinios profundos a su imagenería y estilo, olvidamos el eje testimonial de su obra, y advirtió cómo, sin pretensiones académicas, sus cuadros resultan un diario de sus días.
“La vemos actualmente en diversidad de accesorios, reinterpretada hasta el cansancio por el universo artístico mundial y visibilizada como equívoco ícono feministas. Me quedo con su frase de vivir la vida, como escribiera sobre un melón en una de sus últimas piezas”, significó.
IRREVERENTE Y LIBERTINA
En entrevista exclusiva con Prensa Latina, el historiador y crítico de arte cubano Rafael Acosta de Arriba consideró que la personalidad de la artista, una de las más reconocidas en el continente, fue compleja, a veces recogida, exuberante, llena de pasión, sufrimientos físicos y morales, auténtica y serena.
“De sus creaciones afirmó el ensayista francés André Breton que eran una cinta de seda alrededor de una bomba. La obra pictórica de esa bella mujer es única e irrepetible, enigmática, fascinante, onírica, inquietante y que supera cualquier clasificación”, reconoció el académico.
Su propia existencia determina la proliferación de numerosas leyendas en la nación azteca, la aparición velada o directa en diversidad de producciones audiovisuales e, incluso, polémicas respecto a su acercamiento y desarrollo a la creación pictórica y su convulsa relación con el muralista Diego Rivera.
El también director de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí de La Habana resaltó su experticia como retratista y “se cuenta que el pintor y escultor español Pablo Picasso afirmó que ni él, ni Derian (André), ni el propio Rivera podían pintar los rostros como ella”.
Uno de sus homenajes públicos más relevantes lo constituye un libro que compendia los bocetos de obras conocidas y elogiadas, dibujos dispersos por el mundo, retratos para sus amigos o trazos de introspección, evidencias de una Kahlo íntima, misteriosa y profunda.
Si bien su arte responde a periodos descritos por el academicismo o la espontaneidad como naíf, moderno, surrealista, realismo mágico, naturalista, simbólico, de realismo social o cubista, la selección de esbozos también resulta un reflejo de sus pensamientos, cual pasajes de un diario descriptivo.
El volumen rescata una treintena de bosquejos de los más de 200 de los que, al parecer, existen en el mundo, compendiados en pinacotecas y colecciones privadas e incluye diseños, retratos y autorretratos de la artista, peculiar por sus cejas pegadas, el moño trenzado y el vestuario colorido.
“Su vida fue irreverente, espontánea, libertina, atenazada y marcada por el sufrimiento perenne. Producto de un accidente que le destrozó la columna vertebral en su juventud y la llenó de dolores e inmovilidad, se ensimismó en su arte autodidacta e íntimo, pero espléndido” aseveró Acosta de Arriba.
Aunque Rivera fue el más popular entre los dos durante las primeras décadas del siglo XX, tras la muerte de ambos en los años ´50, la pintora mexicana emergió como una figura emblemática de las tradiciones e idiosincrasia en su país, al punto que su rostro adorna bolsos, joyas, tapices y espacios culturales.
“El ensayista mexicano Octavio Paz expresó de su obra que era pura poesía explosiva, una frase que, en boca de aquel poeta, es de una gran connotación. Ella fue admirada también por otros gigantes de la pintura y la cultura de su tiempo como Vasili Kandinsky y Marcel Duchamp”, señaló.
La única objeción sobre Frida del investigador cubano radica en la retractación que realizó sobre su relación con León Trotski, del que renegó no solo sobre su persona, sino además de sus ideas, después de una gran amistad e, incluso, de una intimidad amorosa.
No obstante, indicó, “fue una artista excepcional y su obra quedará para la posteridad como un legado de misterioso embrujo, surrealista, visceral y angustioso, pero pleno de belleza”. Prueba de ello son sus cuadros: Las dos Fridas, Unos cuantos piquetitos y Diego en mi pensamiento.
Fuente: Prensa Latina
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